Richard Gere es el doctor T en la nueva
película de Robert Altman (director norteamericano independiente desde hace
76 años), en la que incluso el insulso protagonista de Pretty Woman
está por encima de su habitual inexpresividad. Es esta una divertida
comedia negra que se desarrolla, a ritmo de la música country de Lyle
Lovett, en la ciudad de Dallas. Junto a Gere, completan el reparto una
pléyade de actrices que incluyen desde la histriónica aspirante al Oscar
Kate Hudson a una excepcional Laura Dern, pasando por Liv Tyler y Helen
Hunt.
La mencionada independencia de Altman casi siempre se ha manifestado en
su obra como una insobornable pugna contra algún estamento del cine. Si a The
Gingerbread Man, la adaptación de una entre tantas novelas de John
Grisham, la convirtió en una aproximación personal al suspense antes que
al entorno de los abogados, en esta Dr. T And The Women Altman
aprovecha para disparar contra uno de sus blancos favoritos, la alta
burguesía (en este caso de una ciudad sureña), a la vez que ajusta cuentas
con su actor protagónico, una estrella como Richard Gere, al que convierte
una vez más en objeto de deseo de las damas, pero al que castiga con el
extraño don de la perfección en tierra de imperfecciones. Como el Mel
Gibson de Lo que ellas quieren, T comprende a las mujeres como si
fuera una de ellas, y sabe cómo conquistarlas. Sin embargo, nuestro galeno
se enfrenta a algo con lo que no tuvo que lidiar el bueno de Mel en su
película-a-medida: desviaciones de lo que es "el amor estándar",
que niegan la posibilidad de llevar a buen término sus benditas
aspiraciones.
La película, que narra las relaciones de un ginecólogo de alto standing
con las mujeres que lo rodean –esposa, hijas, compañeras de trabajo–,
ya se inaugura con munición gruesa, presentando una divertida comparación
entre los hábitos de ocio de las mujeres y los hombres del estamento
privilegiado en que sitúa a sus personajes. Los chicos disparan a pelotas
de golf, las chicas beben champán en Tiffany’s.
El toque de exceso sarcástico con que Altman pinta a sus personajes qué
duda cabe que parte en buena medida de un excelente guión (firmado por Anne
Rapp) que se obstina en desviar siempre los modelos de felicidad aparente en
que se mueve esa clase pudiente que el doctor T trae al mundo en calidad de
obstetra. Para concentrar la narración, los personajes masculinos de
cierta relevancia son anulados o presentados superficialmente. De este modo,
con la fluidez habitual en Altman, la comedia adopta poco a poco un aire
ligero y efectivo en el que se dan cita mujeres desequilibradas, otras con
problemas por haber sido demasiado amadas, otras que resuelven sus dudas,
otras menopáusicas. Y en el medio, el doctor T.
Las influencias que pueden leerse entre líneas remiten al fatalismo del
Scorsese de Después de hora, aunque se trata de algo nuevo y,
quizá, cruel. Pero muy divertido en la piel de un actor tan encasillado en
el papel de galán como Gere. A partir de un guión preciso, que termina
engullendo a su protagonista y metiéndolo en una hilarante metáfora con
forma de huracán, Altman se divierte caricaturizando los modelos humanos de
un ambiente terriblemente artificial. Y lo hace sin perder en ningún
momento su referencia real, lejos del vicio frecuente en las comedias
americanas. De allí su sutileza en la crítica y su acierto a la hora de
sopesar la carga de la misma, matizada en un descenso hacia la soledad que
tiene algo del lamento y la misantropía habituales en la carrera de un
cineasta entusiasmado por una sociedad a la que parece detestar.