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LA EDUCACION DE LAS HADAS

Argentina-España-Portugal-Francia, 2007


Dirigida por José Luis Cuerda, con Ricardo Darín, Irène Jacob, Bebe, Víctor Valdivia, Jordi Bosch, Gloria Roig, Abdelaziz Arradi.



Es raro lo que pasa con esta película del español José Luis Cuerda basada en el libro del francés Didier Van Cauwelaert. La mayoría de las veces, cuando un film no nos gusta, nos genera indignación o rechazo. Y La educación de las hadas no provoca sentimientos violentos, ni convoca a la bronca insurgente, sino más bien invita a lamentarnos por todo lo que podría haber sido, y no fue. Seguramente lo que más se note es la falta de pasión que acompañó su factura; esto hace de una interesante historia sobre la culminación de un amor que se pensaba perfecto, algo desabrido y sin interés.

Ricardo Darín es Nicolás, un juguetero que conoce a Ingrid (Irène Jacob) y a su pequeño hijo Raúl (Víctor Valdivia) en un avión. El hombre se obnubilará con la mujer inmediatamente, a la vez que irá entablando una relación de complicidad con el niño, y mediante una jugarreta logrará ganarse el interés de ambos, que luego se traducirá en amor. Esos primeros minutos son como el avance de algo que ya está funcionando mal. Abusando de las elipsis, el director nunca permite que podamos tomarnos esa relación en serio; por eso cuando ella estalle y le diga a él sin demasiadas explicaciones que prefiere tomar una distancia, poco nos importará.

Menos mal que lo mucho o poco que nos importe esa ruptura se deberá también, en adelante, al personaje de Darín, a quien el actor argentino transforma en un ser creíble en su oscuridad. El será dudas y temores, se preguntará por qué lo abandonaron cuando nada hacía suponerlo y sospechará de la aparición de algún tercero. Cuerda, tal vez en su decisión más acertada, estira ese misterio, lo retuerce con pistas varias. Pero lamentablemente sobre el final se traiciona y sucumbe al encanto de explicar los porqué de sus personajes. Y allí echa mano a una serie de lugares comunes lacrimógenos apenas contenidos por el tono medido y pudoroso del film. Semejante giro de La educación de las hadas evidencia las marcas de un guión que hace que el personaje de Jacob luzca como una histérica durante más de hora y media... para terminar victimizándola en pos del mensaje de la película. Y eso pasa con otros personajes (vg. la Sézar de Bebe), que terminan siendo más importantes por su funcionalidad que por su participación concreta en el relato.

El otro punto de interés debía ser la relación entre Nicolás y Raúl. Allí se edifica la parte mágica de la historia, con las fábulas sobre hadas que el hombre le cuenta a su hijo adoptivo. Y si bien ambos actores logran que las escenas que comparten fluyan adecuadamente, el problema reside en los textos, en extremo literarios, que nunca permiten que ese universo fantástico se complemente con la realidad que el universo de la película plantea. Y mucho perjudica el verosímil que, siendo Nicolás juguetero, nunca se lo observe en algún pasaje lúdico más allá de los cuentos que suele narrar.

Como decíamos, La educación de las hadas es de esas raras películas que no molestan cuando uno las ve; pero cuando las piensa, nota que no funcionan. Las actuaciones son correctas (salvo la de Jacob, que parece no poder con la dicción en castellano), con especial lucimiento de la cantante Bebe, sobre todo porque su personaje es un tanto traído de los pelos y logra hacerlo bastante creíble. Y es en parte gracias a los intérpretes que la opaca labor de Cuerda (un director que busca no excederse con el sentimentalismo, pero confunde tono medido y contemplación con aburrimiento) se disimula. El misterio que esconde la historia de amor de La educación de las hadas se merecía otro tratamiento y mucha, pero mucha más pasión.

Mauricio Faliero      


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