Peter y Jan son dos
jóvenes que repudian el status quo capitalista de Europa, y lo
manifiestan de diferentes maneras. Por un lado, acuden a marchas con el
objetivo de concientizar a la población acerca de cómo la explotación de
niños asiáticos es lo que permite a la gente de clase alta usar las más
caras zapatillas. Por el otro, emiten un susurro amenazante cuando se
introducen en fastuosas viviendas para desestabilizar el orden.
Como
para presentar la actitud rebelde del dúo, la
secuencia inicial nos muestra las consecuencias de la visita de los
edukadores a una de aquellas casas imponentes. La intención de los amigos
(cuyas reflexiones no esquivan las frases hechas) no
es la de perpetrar un robo
–estrategia que Jan encuentra un tanto obvia e
inocua– sino la de hacerles ver a los burgueses fanáticos del consumo
indiscriminado que, más allá de su mundo privado, hay una sociedad
disconforme e irritada.
Encasillar a esta película en un género determinado no parece tener mucho
sentido. De hecho, el director Hans Weingartner hace confluir el manifiesto
de protesta de sus activistas con un triángulo amoroso con ecos de Truffaut
(Jules Et Jim). Este es el primer giro narrativo que se percibe en el
film e involucra a Jule, novia de Peter, quien no puede evitar sentir una
fuerte atracción por Jan. Pero el conflicto de Jule (posiblemente el mejor
trabajado a lo largo de la película) radica en una deuda que tiene con un
empresario adinerado, quien la ha demandado por un choque. Sin hogar y con
la amenaza de los abogados cercándola constantemente, convencerá a Jan de
implementar el modus operandi de los edukadores en la casa del
demandante en cuestión. Pero el plan no sale del todo bien y aquí el film se
desvía hacia una trama de secuestro. Sin embargo, el director opta por
atenuar la atmósfera de suspenso e incertidumbre y traslada la acción hacia
un paisaje bucólico, donde los tres jóvenes anti-establishment
compartirán con el secuestrado la tranquilidad del aislamiento y el
intercambio de posturas ideológicas.
El
triángulo amoroso se retoma, pero no para abarcar la filosofía del amor
libre revolucionario, sino para mostrar las consecuencias de la traición y
la violación de los códigos de amistad. Esta fluctuación entre el caos de la
ciudad y la serenidad de las montañas le imprime un ritmo a la historia que
alcanzará su máxima tensión sobre el final, donde se sugiere que es
igualmente posible aferrarse a un ideal como abandonarlo definitivamente. En
ese universo contradictorio de Los edukadores no resulta efectiva la
omnipresencia del "Hallelujah" de Jeff Bluckey, utilizado con una intención
efectista y aleccionadora, justamente algo que en el resto del film se
consigue evitar.
Milagros Amondaray
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