Fue una de
las películas más interesantes de las que se hicieron en España en 2003. Es
el último trabajo del director catalán Cesc Gay, autor junto al argentino
Daniel Gimelberg de Hotel Room (1997) y, en solitario, de la
entretenida y multipremiada Krámpack (2000). Se titula En la
ciudad (el título abierto alude a esas películas de historias cruzadas,
mínimas, de soledades cotidianas que insinúan a Raymond Carver, a Robert
Altman o a un Woody Allen particularmente pesimista) y es una de esas
películas que dicen "corales".
Asegura el director
que no se trata de una película sobre la sinceridad o la hipocresía. Dice
que la médula espinal de la misma es el individualismo, la manera en que
"cada uno se relaciona con su entorno, sobre cómo cada uno expresa, o no
expresa, las cosas que le afectan". En la ciudad retrata, en
secuencias cortas y sencillas, los silencios, las cosas que quedan por
decirse a las personas que supuestamente resultan más próximas a uno mismo:
la familia y los amigos. Una historia que trenza encuentros fortuitos, citas
furtivas y banquetes conmemorativos en los que pesa más la manera en que los
personajes no cuentan lo que sienten a través de las banalidades que
expresan, que los hechos en sí (que muchas veces son elididos).
Aquí se apuesta por
una planificación más elaborada, gracias a movimientos de cámara que
retratan a los personajes en su entorno, y se retrata a ese entorno (el de
las clases medias y medias-altas catalanas) con naturalidad. No se descuida
la dirección artística ni la ambientación sonora (tanto el ruido de la
ciudad como la música deliberadamente "sofisticada" que se supone escucha
esa gente), pero sobre todo, se confía en el talento de los intérpretes para
encarnar a esa suerte de héroes de su vida cotidiana, atrapados en
sus mentiras o súbitamente valerosos en sus decisiones.
El elenco reúne a
muchos de los mejores actores españoles. Empezando por el sensacional Eduard
Fernández –en la piel de un personaje introvertido, tímido y paciente–,
pasando por Daniel Brendemühl –el protagonista de la mejor película de
ficción salida de España los últimos años, Las horas del día, que
aquí encarna al personaje más divertido del film, un profesor y músico con
problemas para llegar a fin de mes... y para solucionar su vida
sentimental–, la más conocida Leonor Watling y María Pujalte –actriz
encasillada en la comedia, pero que está en continua evolución, aquí borda
el papel de una dependienta de librería, insatisfecha con su vida, que
disfraza con mentiras autocomplacientes–. Sin duda ayudan a conseguir
transmitir la sensación de realidad los diálogos sugeridos, escritos
al alimón por el propio director y un amigo suyo, el dramaturgo Tomás
Aragay.
Cuando se estrenó
en Catalunya y el resto de España se escucharon voces diciendo que se
ofrecía una visión "turística" de la ciudad de Barcelona. Si ése era el
único problema allí, aquí no debería de haber ninguno.
Rubén Corral
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