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ENAMORADOS DE LO AJENO
(Shooting Fish)

Inglaterra, 1997


Dirigida por Stefan Schwartz
, con Dan Futterman, Stuart Townsend, Kate Beckinsale, Nickolas Grace, Claire Cox, Peter Capaldi.



Esta película llega rodeada de misterios. ¿Por qué una producción menor, sin atractivo, sin premios, sin prensa, se estrena en este rincón del mundo tres años después de haber sido realizada? ¿Por qué un director de cine escribe y filma un guión que parece esforzarse por caer una y otra vez en lugares comunes? ¿Por qué los buenos intérpretes a veces toman decisiones tan desacertadas a la hora de elegir sus papeles? Estos son algunos de los interrogantes que despierta este film soporífero. En el que lo único que evita que el aburrimiento sea mortal es la música (a cargo de los responsables del mismo rubro en Trainspotting), las actuaciones de los protagonistas y un par de escenas aisladas.

Enamorados de lo ajeno es una especie de Nueve reinas a la que se le ha extirpado todo resabio de inteligencia (y por supuesto, llevado al idioma inglés). Jez y Dylan, una pareja de jóvenes estafadores a pequeña escala, desempleados y huérfanos, recurren a diferentes métodos para juntar dos millones de libras y retirarse a la mansión de sus sueños. En pos de ese objetivo participan de concursos, venden computadoras y portalámparas truchos, colocan la misma membrana impermeable en una decena de casas y cosas por el estilo. Viven en un gasómetro. Uno es inglés y el otro, norteamericano. El primero es el genio, el otro se encarga de las relaciones públicas. Ambos desean conquistar a Georgie, una linda chica a la que emplean como secretaria para uno de los chanchullos. Es bella, actúa mejor que Leticia Bredice y también necesita dinero.

Lo peor de esta película es que no supera su condición de rejunte de cientos de malas películas de varios géneros, sintetizadas en una pésima comedia romántica que no tiene nada, absolutamente nada de interesante. Salvo dos o tres escenas (como cuando la chica busca a los chicos en prisión vestida de luto) que están bien filmadas y en las que los actores no fallan.

Dos impresiones quedan. Una es que personajes como los que Fabián Bielinsky puso en Nueve reinas existen en cualquier parte del mundo. Otra, más fuerte, es que a estafadores de tan poco vuelo como Jez y Dylan no sólo es improbable, si no también indeseable, que algo les salga bien.

Eugenia Guevara      


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