Aun en la
ficción es difícil dejar de lado las obsesiones personales. Catherine
Corsini, aspirante a actriz desde muy joven, no es una excepción y su quinto
largometraje da prueba de ello.
El ensayo
es pues la historia de dos amigas, Nathalie y Louise –Emmanuelle Béart y
Pascale Bussières–, de las cuales sólo la primera triunfa sobre las tablas.
La segunda, en cambio, decide alejarse abruptamente del mundo del teatro al
sentirse traicionada por la bella y amoral Nathalie. Años después, ambas se
reencuentran por casualidad en una función (una como espectadora, la otra
como actriz) y se reaviva en Louise esa pasión trunca y adolescente que
había dejado huella bajo las pulseras de su muñeca.
Las
maniobras de Louise en pos de la conquista comienzan con una serie de falsos
encuentros casuales y esporádicas visitas al hotel durante las giras de
Nathalie hasta terminar con la convivencia de ambas bajo un mismo techo.
Mentiras ininterrumpidas –a su marido, a su amiga, a la pareja de su amiga–,
hurtos fetichistas de efectos personales y la toma impulsiva de decisiones
importantes en nombre de Nathalie (confirmarle entrevistas de trabajo, por
ejemplo) son algunas de las prácticas non sanctas en las que Louise
incurre una y otra vez. Es que nada es reprochable a los ojos de su amor
enfermo con tal de obtener el triunfo profesional de su amiga y la
posibilidad de retenerla despóticamente a su lado.
Coqueteos
sutiles, roces ambiguos, la intimidad del desayuno luego de compartir
sábanas o un baño de inmersión son muestra de una relación bien puntuada,
discreta e interpretada sin desbordes por las magistrales Béart y Bussières.
También vale la pena destacar la iluminación bien templada de Agnès Godard,
las escenografías de vanguardia de las puestas teatrales y el retrato
acotado pero apropiado del mundo de las bambalinas: el director joven y
ambicioso, el viejo régisseur de renombre, la actriz madura condenada
a la soledad, los actores eternamente secundarios.
La
historia de la víctima que se vuelve verdugo no es tema menor y abordarlo es
siempre un desafío. No obstante, la obsesión que culmina en el flirteo de
Louise (absolutamente prescindible, por cierto) con la muerte de su querida,
su matrimonio de cotillón y el final en el que, sin solución de continuidad,
la vemos pasearse en camioneta con la ex pareja de Nathalie nos dejan una
incómoda sensación de desconcierto.
Débora Vázquez
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