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ENTRE LA VIDA Y LA MUERTE
(Appaloosa)

Estados Unidos, 2008


Dirigida y protagonizada por Ed Harris, con Viggo Mortensen, Jeremy Irons, Renée Zellweger, Timothy Spall, Luce Rains, Boyd Kestner, Tom Bower.



Hay unos cuantos que vienen insistiendo hace varios años con un supuesto renacimiento del western, un género al que otros tantos consideran muerto desde la década del setenta. Nada de lo anteriormente mencionado es del todo cierto. A lo que se asiste es más bien a una serie de chispazos, entre los que se puede contar Pacto de justicia, El tren de las 3:10 a Yuma y Perseguidos por el pasado. De ahí a que estemos ante un retorno pleno a la época dorada hay un largo trecho, pero tampoco cabe decir que el western está muerto desde hace treinta años: lo que ha hecho en las últimas tres décadas es mutar permanentemente, adaptar sus personajes, mitos y temáticas a otros ámbitos, como el de la fantasía (La guerra de las galaxias), el cine de acción (Duro de matar) o la ciencia ficción (Guerra de los mundos).

Entre la vida y la muerte es un ejemplo bastante puro de cine del Oeste con una trama típica: dos pistoleros, Virgil y Everett (Ed Harris y Viggo Mortensen), son contratados para restablecer el orden en el pueblo de Appaloosa, agobiado por el ranchero Bragg (Jeremy Irons), quien junto a sus hombres ha asesinado al sheriff y hace básicamente lo que se le canta. Virgil y Everett se postulan rápidamente como la nueva autoridad al asesinar a tres hombres de Bragg, insinuando rápidamente un duelo que se anuncia terrible y electrizante.

Y sin embargo, el film de Ed Harris (quien toma las riendas de la dirección y el guión por segunda vez luego de Pollock) se toma su tiempo, y aquieta las aguas, para centrarse en la relación entre Virgil y Everett, que es puesta a prueba con la aparición de un tercer factor. Obviamente, una mujer, en este caso una viuda recién llegada al pueblo, interpretada por Renée Zellweger, que se enreda casi al instante con Virgil... sin dejar de considerar a Everett. Una excusa, al fin de cuentas, para explorar las relaciones masculinas, esas amistades tan viriles que rozan la homosexualidad. O para ver cómo reaccionan los hombres ante la figura femenina; los juegos de manipulación; los celos; cómo algunas mujeres acatan ciertas reglas machistas para reconvertirlas a su favor, buscando protección en quien más les conviene. O incluso cómo los sentimientos más arbitrarios y aparentemente inverosímiles son los que mueven finalmente a las personas.

Todo pautado a través de la aventura. En el medio hay varios tiroteos, una captura, un juicio, un secuestro, un perdón presidencial, cambios de rumbo en los protagonistas, etcétera. Harris se preocupa por los personajes antes que por las situaciones (a pesar de que trabaja con sencillez y precisión la puesta en escena y aspectos técnicos como el sonido) y narra con parsimonia, quizá demasiada. Por momentos, Appaloosa es un film que confunde fluidez con lentitud y autoconciencia de género con frialdad, volviéndose perezosa y excesivamente cerebral, sin generar la empatía suficiente.

Más allá de eso, la película cuenta con un dúo principal de extrema hidalguía, al que se agrega un Jeremy Irons en su salsa. Ellos tres elevan la categoría dramática de todo el asunto, algo que se puede notar especialmente en el simple pero poderoso final, que recupera y realza en el espectador el recuerdo de todo lo que vio durante el metraje.

Entre la vida y la muerte es, en consecuencia, un film tan imperfecto como noble, que en su aparente rusticidad es capaz de convertirse en un drama moral. Quizá no sea un western tan puro. O tal vez, el western nunca haya sido tan puro como siempre se lo pensó. La discusión sigue abierta.

Rodrigo Seijas      


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