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FLUBBER

Estados Unidos, 1997


Dirigida por
Les Mayfield, con Robin Williams, Marcia Gay Harden, Christopher McDonald, Raymond Barry, Clancy Brown.



De las entrañas de la factoría Disney y doblada al español llega Flubber, remake de un exitoso producto de la misma compañía, The Absent Minded Professor, que en la Argentina se conoció como El profesor Boligoma a principios de la década del 60. Es la historia de un científico distraído, profesor de química en el Medfield, un colegio al borde de la quiebra, de cuya directora se enamoró. Pero la distracción incurable de Phillip Brainard (Robin Williams) conspira contra sus intereses sentimentales. A la tercera vez que se olvida de asistir a su propia boda, Sara (Marcia Gay Harden) decide poner sus energías en otro hombre, serio, antipático y obsesivo, es decir, la perfecta antítesis del protagonista. Claro que ese mismísimo día Philip Brainard descubre a Flubber, una especie de miki moko con cualidades suplementarias: hace volar por los aires a cualquier cosa sobre la que se unte –incluidos automóviles y personas– y es mucho menos asqueroso, porque hasta la viscosidad de los objetos inanimados parece estar limitada por la "corrección politica" de Walt Disney.

Flubber ostenta muchas otras marcas públicas y notorias de la compañía. A saber: Sara es bonita pero no sexy, la distracción del profe es el único sintoma de su amor, no hay un beso ni por equívoco, todos –malos incluidos– son muy prolijos, andan peinados y están limpitos, y todo el mundo usa cinturón de seguridad. Como era de imaginar, Brainard va a aprovechar su invento para reconquistar a Sara, cosa que canaliza de varios modos: sacándola a volar en auto (su fabuloso Thunderbird carmesí es uno de los pocos vestigios de la fábula sesentista), ayudando al equipo de básquet de la escuela, vendiendo la patente de Flubber a la Ford (que se hizo cargo de buena parte del costo de la película) para saldar las deudas del Medfield.

El malo de la película es precisamente el acreedor del College. Sus dos matones recuerdan demasiado a los de Mi pobre angelito: torpes, tontos, sufrirán toda clase de traspiés sin que Brainard, al que espían, ni siquiera se mosquee. Las voladas en auto quieren revivir la poética de E.T., con esos cielos pletóricos de nubes como esperanzas bajo la mirada plena de Sara y Brainard. Pero no tienen tanta suerte, en un entorno como éste un auto logra levantar vuelo mucho más fácilmente que la poesía. El resto es utilería: efectos especiales. un discreto ejército de robots y el asistente del profesor, un supertamagotchi llamado Weebo, que es en parte computadora. en parte plato volador, tiene alma femenina y una pantallita por la que desfilan inacabables citas cinematográficas. Hitchcock incluido.

Guillermo Ravaschino