Es bien
sabido que Hollywood no abandona jamás un éxito y La familia de mi novia
lo fue. Por lo que la secuela era inevitable.
Después de
conseguir que Jack Byrnes (Robert de Niro) casi lo acepte como novio de su
hija Pam, Greg Focker (Ben Stiller) no puede seguir evitando el encuentro
entre sus futuros suegros y sus propios padres. Claro que, ya lo reza el
dicho, de tal palo tal astilla, y entonces confirmaremos que Greg debe todo
lo que es a sus excéntricos progenitores. Los enredos, ahora, se
multiplicarán por tres (si no contamos al perro de los Focker, que se medirá
tête à tête
con el gato de los Byrnes).
Aunque el
comienzo sorprende al protagonista con una serie de afortunadas casualidades
que parecen acomodar todo en su favor (y los guiños para los espectadores de
la primera hora no dejan de sucederse: la valija, la joven de la línea aérea
que dispone las ubicaciones en el avión, la azafata, etc.), no bien ponga un
pie en la casa Byrnes todo volverá a su cauce normal para beneplácito de
aquellos que disfrutan de los padecimientos ajenos. La presencia del pequeño
Jack (un sobrino de Pam), además de incorporar la cuota de monerías que se
esperan de los bebés y que tanto agradan al público, anticipa de qué
va este film: los hijos, la paternidad, el legado.
Si la anterior
podía considerarse una película infantil (todos los gags eran
resultado de la torpeza y la inadaptación de Greg al mundo de Jack), ésta
parece haber entrado en la etapa adolescente. Las risas son buscadas
a través de la alusión, cuando no de la explicitación sexual. Chistes,
malentendidos, situaciones que se juegan dentro de esa matriz. Claro que sin
llegar a los "extremos" de productos como, por ejemplo, los de los hermanos
Farrelly.
La acción se
traslada a Miami, hogar de los Focker: Bernie (Dustin Hoffman), un abogado
que cambió gustoso las leyes por los quehaceres domésticos, y Roz (Barbra
Streisand), una terapista sexual para la tercera edad, quienes viven el
flower power en el nuevo siglo. Ambos conforman una pareja despreocupada
de aquello que para Jack constituye la quintaesencia de
una
vida digna (no hay más que ver su casa rodante): la limpieza y el orden. Una
pareja, encima, siempre dispuesta a los arrumacos y el sexo libre de pudores
y recato. Justamente en las antípodas de sus futuros consuegros. Pero tan
“invasores” en la vida de su hijo como éstos.
De este choque
de planetas se alimenta el guión para deparar los momentos más divertidos
dejando expuesto a Greg, nuevamente, a las humillaciones más vergonzosas. Ya
provenientes, indirecta e inintencionadamente, del amor y el orgullo de sus
padres, ya de la necesidad de Jack de sacarse a su yerno de encima a
cualquier precio.
Stiller
muestra lo que vale en la secuencia del monólogo en la que no le queda más
opción que decir la verdad. De Niro saca provecho de su pasado de actor
serio para volver a componer al rígido y tenso Jack. Hoffman construye con
gracia y encanto a su Bernie y logra una desopilante pareja despareja con su
consuegro que se roba las risas. Barbra vuelve al ruedo, luego de ocho años
de ausencia en la pantalla, y se divierte en grande demostrando que no ha
perdido todavía el timing de la comedia (la sesión de masaje es
antológica).
En una de las
últimas escenas Greg les pide a Jack y a Bernie, que están discutiendo, que
dejen de hacerlo porque "esto no se trata de ustedes. Se trata de Pam y de
mí". La frase es letra muerta, enunciación vacía o, en
el mejor de los
casos,
ironía pura. Sobre todo en lo que respecta a Pam. Si antes ella era la
excusa para introducir a Greg en su familia, ahora el papel de la muchacha
queda más desdibujado aun;
y los
cruces de la pareja reducidos al mínimo, blanqueando así, de alguna manera,
las verdaderas relaciones que se quieren contar: Greg y su suegro, Greg y
sus padres y éstos entre sí.
Resulta
sencillo leer en el cruce de estas dos familias algo así como la
constitución del pueblo estadounidense: los Byrnes, WASP,
conservadores, miembros del gobierno (CIA); los Fockers, judíos, liberales,
opositores a la derecha gubernamental.
Y más aun anticipar ese
final "fockerizante", una suerte de victoria que, por otra parte, la misma
comunidad hollywoodense, hacedora de esta película (De Niro es uno de sus
productores, y Streisand no eligió volver con este título por
casualidad), brega por conseguir en la vida real.
Javier Luzi
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