Llegó el
duelo tan esperado. Dos malvados de aquéllos por fin se enfrentan, con sus
respectivos estilos y motivaciones. Y se disputan el mismo botín: sí,
adivinaron, los estúpidos, drogones y calentones adolescentes. Ellos se
encontrarán en el medio de una batalla sobrehumana, en la que se enfrentan
dos paradigmas del terror de los últimos veinte años. Freddy Kruger, el
chamuscado (y resentido) amo de los sueños, y Jason, el grandote (también
resentido) que con la muerte de su madre como excusa pasa a degüello a
cuanta persona se le cruza en el camino.
¿Pero cómo
es que estos dos muchachos acaban confrontando? Bueno, el asunto es sencillo
y complicado a la vez. Resulta que los habitantes de la calle Elm –donde
Freddy habitualmente comete sus travesuras– deciden borrar todo rastro, toda
memoria del señor de las manos filosas. Destruyen y manipulan archivos que
lo mencionan, encierran a sus pocos supervivientes en un psiquiátrico y
dejan de hablar de él. Privado del miedo que ocasionaba su recuerdo, Freddy
se va debilitando y no consigue victimizar a los adolescentes en sus sueños,
cosa que lo pone bastante furioso. Entonces no se le ocurre mejor idea que
ir hasta las mismas entrañas del Infierno y mediante trucos y engaños
levantar a Jason de su tumba para que arme un poquito de despelote entre los
chicos de la calle Elm (que se están portando muy mal) y reactive su
memoria. El problema surge cuando Jason, que no es ningún sutil ni se anda
con vueltas cuando de matar se trata, empieza a interferir con las
puntillosas ceremonias macabras de Freddy, que es de tomarse su tiempo. Ya
en la media hora final, el enfrentamiento –que tomará la forma de una pelea
para dirimir quién es el rey del terror– se tornará inevitable.
Freddy vs Jason
está dirigida por el oriundo de Hong Kong Ronny Yu (La novia de Chucky),
alguien que es consciente del desgaste que sobrellevan los protagonistas,
dos criaturas que ya provocan más risa que miedo. Es por eso que apela a la
auto-parodia, sobre todo en el caso de Freddy, que no para de hacer chistes
sobre sí mismo y su contrincante. Además se beneficia del destape que
provocó este tipo de películas en lo que respecta al sexo, el alcohol y el
consumo de sustancias como la marihuana, que han sido incorporadas de manera
hilarante en escenas por demás imaginativas.
Ronny Yu parece querer decir
por momentos que, al igual que los jóvenes de la calle Elm, los espectadores
se han olvidado del miedo de otros tiempos y es más bien difícil
impresionarlos. No le falta parte de razón: la época dorada del terror ha
quedado atrás. Y en cualquier caso, de lo que se ocupa el film es de
divertir al público, y por eso perfecciona las matanzas –desaforadas cuando
las acomete Jason, elaboradas cuando las perpetra Freddy– sin olvidar la
cita cinéfila.
A pesar de que nunca entrará
en la historia grande del cine de terror, Freddy vs. Jason logrará
conformar no sólo a los fanáticos (siempre felices de reencontrar –aun
parodiados– a sus adorados personajes), sino a los que no acostumbran
incursionar en el género terrorífico. Se los dice alguien que pertenece al
segundo grupo.
Rodrigo Seijas
|