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HOMBRE DE FAMILIA
(The Family Man)

Estados Unidos, 2000


Dirigida por
Brett Ratner, con Nicolas Cage, Téa Leoni, Jeremy Piven, Don Cheadle, Troy Hall, Harve Presnell, Lisa Thornhill.



Hay un subgénero largamente instalado en Hollywood que llega a las salas para esta época: el film de Navidad. Una larga lista de comedias y melodramas destinados a "la familia" utilizan la fiesta navideña para revisar estilos de vida, guiados por los principios del puritanismo y del consabido american way of life, con el objetivo de que el mismo siga vigente. Hasta el cine argentino lo cultivó: si la memoria no me falla, Luis Sandrini se vio envuelto el dilemas como los que propuso Frank Capra en ¡Qué bello es vivir!, o la reciente El Grinch. Es justamente el film de Capra uno de los antecedentes de Hombre de familia: en ambos, un hombre tiene la posibilidad de ver otra vida posible, diferente a la que él ha construido. Este tema también se inscribe en otro subgénero, el de las historias que muestran el otro camino que proponía el destino, y que no se llegó a transitar.

El film abre con un momento de inflexión en la vida de una pareja: Jack (Nicolas Cage) se despide en el aeropuerto de su novia Kate (Téa Leoni) rumbo a Londres con una beca por un año. Ella, novel abogada, le pide que se quede y la despose. El rehúsa, le declara amor eterno... y se va. La clásica elección entre trabajo o familia ha sido hecha. Doce años después, Jack es un triunfador: poderoso dueño de una compañía financiera, vive solo en un lujoso departamento de la avenida más paqueta de Nueva York, adonde caen las mujeres a ofrecérsele como a un Dios del sexo. A punto de cerrar un negocio millonario que no respeta las navidades, el azar lo lleva a entablar relación con un negro (Don Cheadle), a quien Jack le manifiesta que posee todo lo que necesita. Esto suena a desafío, y su nuevo amigo –que resulta ser un ángel negro, como los del bolero–, le dará la posibilidad de dar un vistazo a lo que podría haber sido su vida si no hubiera tomado aquel avión.

Así, como tocado por una varita mágica, Jack despierta en una casa suburbana, padre de dos niños junto a Kate, abogada de indigentes, y se descubre vendedor de gomas para autos y llevando la mediocre vida del americano medio. Jack vive esta vida como una pesadilla, añora su cabalgata empresarial triunfal y hará todo lo posible por recuperarla. Pero de a poco, y como corresponde al arquetipo del subgénero, irá encontrándole el encanto a esta otra vida, que se apoya esencialmente en la paternidad: sólo lo vemos emocionado y gratificado frente a sus dos hijos, esos que en realidad fueron engendrados por otro.

Ya hemos hablado en estas páginas sobre los tics de Nicolas Cage, acostumbrado a volver una y otra vez sobre los mismos esquemas actorales: no hay ninguna sorpresa en esta nueva labor, en la que hace su personaje-no-violento. Mucho mejor está Téa Leoni, en otro de esos personajes duales a los que aporta encanto y simpatía.

Lo "notable" del film es que ninguna de las dos vidas de Jack parece la mejor, pero tampoco la peor: la crítica recae sobre ambas. No se lo ve tan mal al yuppie en su penthouse del comienzo, cantando ópera a todo pulmón, vital al elegir el atuendo del día entre los innumerables trajes y camisas de su carísimo guardarropa. Tampoco se lo ve infeliz en su poderosa oficina exquisitamente decorada, rodeado de empleados que lo respetan, o al menos obedecen, ni al volante de su Ferrari. Pero parece que nada de eso vale si no ha tenido esposa, hijos y, por supuesto, un perro. En cambio, está obviamente incómodo en su sencilla casa de New Jersey, dentro de una ropa horrible y barata, jugando al bowling o flirteando con la esposa de un amigo. Ni siquiera el sexo se les da bien a los esposos en esa casa; necesitan estar en Manhattan para que la cosa funcione. Es decir que la crítica es engañosa, hipócrita, y resulta mucho más corrosiva –a su pesar– cuando ataca las costumbres de la clase media que cuando se las agarra con el ricachón. En este guión lleno de agujeros lo único que se salva por completo es la "institución familia".

Claro que cuando Jack se encariña con su rol de padre, y se enamora de su extraordinaria esposa, reaparece el ángel negro –que a esta altura parece realmente maligno– para anunciarle la esperada "sorpresa". No la revelaremos aquí, aunque estamos seguros de que usted ya se la imagina.

Josefina Sartora     


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