En pleno revival dylaniano, y tras poder disfrutar de su gran show en Vélez,
terminé el Bafici 2008 viendo el ambicioso retrato de Todd Haynes sobre Bob
Dylan, que como es habitual en este director, transforma una película de
género, en este caso el biopic, en un OVNI cinematográfico. La complejidad del
mecanismo de transformación de las convenciones genéricas de I'm Not There
es tan grande que uno termina preguntándose si el espectador que desconoce
por completo el universo de Dylan podrá entender algo sobre el personaje en
cuestión, aunque tal vez estemos tan acostumbrados a tanto didactismo y
moralismo de biografías autorizadas que nos encontramos temerosos ante
semejante inversión estructural.
En la trama, Haynes nos
propone evocar a Dylan a través de seis personajes, uno de ellos
interpretado por un niño negro y otro por una mujer (Cate Blanchett). Pero la
cosa es aun más compleja, ya que algunos de ellos representan momentos de la
vida real de Dylan (el fracaso de su matrimonio, la etapa folk, el pasaje al
rock, la conversión al catolicismo), pero otros surgen de la mitología de
sus canciones y escritos (el avejentado Billy The Kid que se revela contra
el sistema a favor de los marginados, el niño Woody Guthrie que, fugado de
su hogar, atraviesa el país en tren como un vagabundo, tocando canciones de
la depresión del '29 y de los sindicatos de la época, o el poeta Rimbaud
declarando ante la Ley en un lenguaje que ésta jamás comprenderá). En la
narración, el montaje intercala cada una de las historias sin un orden
aparente, incluso dejando algunas de ellas suspendidas para desarrollarlas
en la última parte del film. Además, representa en imágenes congruentes con
la trama algunas grandes canciones de Dylan (I want you, Ballad of a thin
man, Visions of Johanna, etc.), creando inmejorables videoclips que
sintetizan algunos de los momentos más importantes de su vida y obra. Los
diálogos también son sutilmente atravesados por la poesía de Bob, y los
conocedores se encontrarán gratamente sorprendidos al ver lo bien que cuajan
los versos del músico en las frases de los personajes. Y no faltan los
apuntes cinéfilos, como en la secuencia en blanco y negro en la que Dylan
(idéntica, perfecta, Cate Blanchett) llega a una lujosa fiesta en la que va a
ser entrevistado y agasajado, en compañía de cuatro muchachos de traje
oscuro y flequillo que corretean como niños excitados en una película de
Richard Lester, y al despedirse son perseguidos por una horda de
adolescentes no menos excitadas (todo filmado, por supuesto, a muchos menos
cuadros por segundo de lo que estamos acostumbrados). Esa misma secuencia
continúa iluminada en demasía, con extraños diseños de muebles blancos y
gente de diversa clase que merodea a un Dylan atribulado, tratando de
responder a todos sin escuchar a nadie, en tácito homenaje a 8 y ½ de
Fellini. Hay también algo de western y road movie, pero más relacionado con
el propio mundo de las canciones de Dylan.
Lo más importante de tan
compleja construcción dramática es que Todd Haynes aniquila las
convenciones del biopic ofreciendo exactamente su opuesto. Basta ver al
azar, digamos, las películas sobre Ray Charles o Johnny Cash estrenadas
recientemente, para observar que, con menor o mayor calidad, nos ofrecen
siempre la misma mirada. Un conflicto originario (la muerte de un hermano,
en ambos films, si mal no recuerdo) que motiva el exorcismo artístico de la
culpa, un ascenso triunfal, un descenso a los infiernos de la fama y los
vicios terrenales (cuándo no: sexo, drogas y rock & roll), y la posterior
redención del héroe popular, que nos deja una oportuna moraleja, sentimental
y simplista, como para alejarnos de los peligros de la vida del artista y
ofrecernos una explicación tranquilizadora en cajita cerrada y con moño.
I'm Not There presenta a
Dylan como un misterio, una vida que, pese a dejar una huella imborrable en
nuestra cultura, es imposible de rastrear en búsqueda de certezas. Una vida
que podemos apreciar poéticamente, pero que se niega a ser reconstruida,
explicada, reducida a ejemplo didáctico. Y Haynes comprende que ahí
reside parte del genio de Bob Dylan y de sus constantes metamorfosis. Por
eso en I'm Not There no hay tiempo ni espacio claramente establecidos, no
hay diferenciación entre vida y obra, entre aparición pública o experiencia
privada. Todo se encuentra disperso y entrecruzado como en las complejas
composiciones que ofrece el músico en sus canciones. Un ambicioso
acercamiento al universo del gran Bob Dylan, con la bienvenida intención de
perderse allí, sin extraer conclusiones aleccionadoras. En resumidas
cuentas: Todd Haynes comprendió a qué se refería Dylan cuando cantaba:
"Don´t ask me nothing about nothing, I just might tell you the Truth"
(No me preguntes nada de nada, podría llegar a decirte la verdad).
Ramiro Villani
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