Italiano para principiantes está dirigida por una mujer y danesa,
conjunción nunca vista antes por aquí. El film ha tenido un merecido éxito
en varios países, estuvo a punto de ser nominado para el Oscar al mejor film
extranjero sin lograrlo –lo cual no deja de ser otro éxito– y suponemos que
por estas causas llegó a estrenarse aquí, en Argentina.Con cámara al hombro, se
narra la red de cruces entre varios personajes que viven en una comunidad
pequeña, un pueblo o un barrio. Un pastor joven recientemente arribado será el
factor aglutinante, y las clases de italiano el ámbito ideal para el
encuentro de esos seres solitarios, dubitativos, que cargan cada uno con su
problema: muertes recientes, padres abusadores, droga, impotencia sexual,
soledad, abandono, falta de fe.
El film anuncia desde el comienzo que responde al Dogma, pero no es eso
lo más importante, ni su directora se aviene completamente a sus preceptos.
Todo lo que el Dogma había puesto al servicio de mostrar los más execrable
de los hombres, lo más revulsivo de las situaciones, Lone Scherfig lo
utiliza en elaboraciones sobre la ternura y el amor. El film es un delicado
trabajo que muestra con exquisito humor las difíciles relaciones entre
padres e hijos, entre hombres y mujeres unidos por las clases de italiano,
que para los inhibidos, contenidos daneses es algo así como un pasaporte a
lo pasional. Y esa pasión va entrando sutilmente en sus vidas. Las clases
son el lugar de experimentación y aprendizaje de sus necesidades y
posibilidades.
No es ésta una comedia ligera ni intrascendente. El amor, la muerte y
cierta melancolía vertebran una historia en la que todos los personajes se
hacen queribles e identificables, y hasta el más antipático se torna
apreciable. Continuando una tradición del cine danés, tampoco está ausente
el tema religioso.
Filmada en gran parte con planos medios, cámara
móvil, con el cuadro algo descentrado típico del Dogma, la narración
explora la intimidad de los personajes, desde
el momento que son el eje del film. La directora saca
el mejor partido de recursos muy económicos, con escasos decorados, pocos
actores y todos, todos excelentes, colocados en el lugar justo tanto en la
tristeza como en la felicidad.