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JUNTOS PARA SIEMPRE

Argentina, 2010


Dirigida por Pablo Solarz, con Peto Menahem, Florencia Peña, Malena Solda, Luis Luque, Mirta Busnelli, Silvia Kutika.



Casi en el último giro del guión de Juntos para siempre, Javier (Peto Menahen), su protagonista, le relata a Laura (Florencia Peña), su nueva novia, la historia de la película que está escribiendo y que lo obsesiona. Javier habla con pasión, bastante artificial y barrocamente, embargado por las emociones de sus personajes que, a diferencia de él (ya lo hemos visto en buena parte de la película), se sienten afectados por los sentimientos. Laura lo escucha embobada, enamorada, reconoce en ese cuento la realidad que la rodea y hasta "ve" allí la vida de una parienta de ella. Cada vez que comunica esos detalles, el hombre, con apenas un gesto, le hace notar que no importa lo que tenga para aportar, que es mejor que se calle, que el rol de enunciador le corresponde a él. Esta escena (me) resulta clave para repensar todo el film. Nosotros, los espectadores, nos sentimos inconscientemente identificados con esa mujer que está atrapada por el relato, quizá por abrigar "sentimientos equivocados", quizá por temor a perder lo que tenemos, seguramente por estar encerrados en una sala de cine. Javier Gross, por su parte, puede funcionar perfectamente como un alter ego de Pablo Solarz.

Solarz es un reconocido y exitoso (dos términos que no siempre se aúnan) guionista del nuevo cine argentino. Autor de Historias mínimas, ¿Quién dice que es fácil? y Un novio para mi mujer, en esta ocasión también decidió hacerse cargo de la dirección. Pero no pudo esquivar su origen: el peso del guión se torna demasiado evidente, tanto como la creencia de que la verborragia hace literatura y entonces tiñe el proyecto de relevancia y profundidad. Uno percibe en Solarz cierta necesidad de demostrar que es capaz de un producto menos edulcorado, menos "de segura empatía" que los ya realizados.

Javier Gross es un guionista famoso a quien lo único que parece importarle es “ir para adelante”, decidir cada mañana estar bien y no hacerse problema por nada: perdonar la infidelidad de su pareja Lucía (Malena Solda), evitar a su madre (Mirta Busnelli) medicada y psiquiatrizada, olvidar su pasado de hijo abandonado por su padre. Nada de lo que pueda hacerlo sufrir entrará en ese cerebro que domina fríamente a sus emociones. Pero Lucía lo abandonó y él quiere recuperarla, aunque para ello deba claudicar accediendo a una terapia... Mientras tanto, además de encontrar rápidamente una sustituta para ocupar el lugar de pareja (la rubia tonta encarnada por Peña), sigue desarrollando la idea de su película: un hombre en plan de vacaciones (Luis Luque) va “perdiendo” a su familia en el camino en pos de llegar solo a destino para encontrarse con un amor que no pudo olvidar.

Juntos para siempre es una comedia (aclaremos que comedia, y más en este caso, no es sinónimo de humor, chiste y risa continua) asordinada, que juega con lo romántico y se oscurece a medida que avanza queriendo hacer tragedia de cierto patetismo, cruel pero verosímil, ácido y duro. Una historia que cuenta a su favor con el difícil logro de contener a los personajes y no volcarlos en ningún momento a la exageración, la extroversión o la gesticulación exorbitante para buscar la risa fácil (por lo que el derrape en el exabrupto y la puteada, que irrumpe en algún momento, se hace más violento y efectista aun).

Lo que no puede evitar, decíamos, es ser una película “de guión”, que confía más en lo que se dice que en cómo se muestra, o se mueve, eso que se dice. La dirección es plana y casi no hay escena que no apueste más al oído del espectador que a su mirada. Los toques cultos (el recitado de García Lorca) y la aparente suposición de que un decir poético hermana al cine con la “gran” literatura, a partir de la construcción de parlamentos que se pretenden literarios, no favorecen el resultado final ni ayudan a la fluidez de un relato cinematográfico que adolece de poca confianza en las imágenes. No sólo se duplica la idea que se quiere transmitir, un poco explícitamente, entre película y película dentro de la película, sino que además se la enuncia en diálogos aclaratorios innecesarios y que no logran disimular su calculada elaboración.

Más allá de las reservas enunciadas, Juntos para siempre no deja de ser un producto digno, honesto dentro del panorama de nuestra cinematografía actual: está desarrollada con sinceridad y ajustada observación por un autor que se arriesgó a ser tildado de catártico (e incluso de misógino). Mención aparte merece todo el elenco, que ofrece un trabajo destacable, poniendo a la historia y a los personajes por delante de sus nombres propios y de sus lucimientos personales.

Javier Luzi      


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