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LOS LADRONES
(Les Voleurs)

Francia, 1996


Dirigida por André Téchiné, con Daniel Auteuil, Catherine Deneuve, Benoit Magimel, Laurence Cole
.



El terceto que estaba al frente y detrás de cámaras en Mi estación preferida volvió a reunirse para Los ladrones: el realizador André Téchiné, ex crítico de cine de la prestigiosa revista francesa Cahiers du Cinéma que devino cineasta a partir de 1974, y los actores Daniel Auteuil y Catherine Deneuve. La trama de Los ladrones es de thriller, aunque su tratamiento intenta rozar las exploraciones del alma humana frecuentes en la filmograffa de Téchiné, compuesta por una docena de películas.

Auteuil es el policia Alex, Ia oveja blanca de la familia. Su papá y su hermano con el que se encuentra de tanto en tanto en un pub para intercambiar sarcasmos se dedican al robo y la reventa de automóviles. Una chica marginal, Juliette, que fue amante del ladrón y ahora se acuesta con el policía, es lo único que comparten los hermanos. La estructura de la película es bastante particular. Poco después del comienzo una catarata de flash-backs y flash-forwards torna borroso el tiempo presente, y se impone la sensación de que el thriller asoma al espectador a un cúmulo de conflictos íntimos que ya estaban allí desde antes, y que permanecerán una vez que haya concluido la proyeccion. Esta incluye un feroz atraco que pondrá a prueba las lealtades policíaco-familiares de Alex, y utiliza a unos cuantos personajes como relatores con voz en off, en procura de filtrar la trama a través del tamiz de subjetividades múltiples.

La nota dominante de Los ladrones es el cinismo, masticado en oscuros párrafos por casi todas las criaturas de la historia. La cosa funciona en parte cuando Alex se declara partidario del sexo sin amor, porque "así no tenés temor de perder a tu amante", o cuando reconoce haber dilapidado sus años mozos "porque no se puede vivir la juventud a solas". Pero las situaciones y tonos actorales van perdiendo fluidez lo que resulta extraño en un film de Téchiné mientras el tenor de los diálogos no deja de endurecerse. Insólita, por ejemplo, es la velocidad con que la profesora de Filosofía animada por Deneuve le confiesa al poli su lesbianismo al parecer, ella es la única que ama genuinamente a Juliette y su condición de abuela, en una brevísima charla de café.

Cuestiones triviales tratadas a los gritos y temas de fondo discutidos con parsimoniosa frigidez van sumiendo a Los ladrones en una atmósfera de telenovelas. Lo propio sucede con la acumulación de carteles con indicaciones temporales ("6 meses antes...", "4 días después...") y con la aparición de un niño que es puesto a recitar improbables bocadillos adultos, antes de convertirse en un enésimo relator en off. Se diría que los enormes bretes narrativos de Los ladrones excedieron a Téchiné. No así a Deneuve, cuya sempiterna, singularísima mezcla de sensualidad y languidez permanece intacta después de tantos años.

Guillermo Ravaschino    

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