Le Cinéma Des Cahiers, del argentino radicado en Francia Edgardo
Cozarinsky, es un documental bastante singular que tiene por objeto a la
revista de crítica cinematográfica más prestigiosa del planeta: Cahiers
Du Cinéma. Lo singular es esta rara "vuelta de pelota" en
virtud de la cual el cine se ocupa de una revista que se ocupa... del
cine. Sepan ya que Cozarinsky no fijó gran atención sobre este punto, ni
lo utilizó para definir en torno del mismo la estructura del film. Lo que
tenemos, pues, es un documental convencional en sus formas (testimonios a
cámara, imágenes de archivo, tapas y páginas de la revista...),
completo y coherente en sus contenidos. Dura 88 minutos, se proyecta en
video y resulta imprescindible para los críticos de cine que veneran a
los Cahiers (en Buenos Aires forman una pequeña legión), interesante
para los cinéfilos, prescindible –o casi– para los demás.
La famosa revista, cuyo nombre
podríamos traducir como "Cuadernos de cine", nació en los '50
y fue cuna, sobre fines de esa década y comienzos de la siguiente, del
más fenomenal semillero de realizadores en ciernes que registra la
historia. Nada menos que François Truffaut, Eric Rohmer, Jacques Rivette,
Claude Chabrol y Jean-Luc Godard, es decir la crema de la Nouvelle
Vague, formaron parte –entre muchos otros– de la primera etapa de los
Cahiers. Unos como redactores, otros como orientadores editoriales
(Rohmer, Rivette), algunos como amigos influyentes de los que hacían la
revista. Lo más notable debe ser otro hecho que Cozarinsky también toca
de refilón, y es la evidencia de que la aproximación crítico-teórica
al cine puede ser un excelente punto de partida para una actividad muy
otra: la de dirigir películas.
Lo que Le Cinéma... sí
desarrolla a fondo es la prehistoria de la revista, que se remonta a la
figura del teórico André Bazin (el más célebre entre los realistas),
y las múltiples marchas y contramarchas de la línea de los
Cahiers, signadas por alineamientos más o menos evidentes con diversas
tendencias políticas (el maoísmo de la Revolución Cultural, por
ejemplo) y por los amores y odios –igualmente irreductibles, a menudo
cambiantes– respecto de diferentes corrientes cinematográficas. En este
sentido el film permite apreciar lo bien que el saludable y necesario
compromiso le hace a una publicación y, al mismo tiempo, entrever los
serios riesgos (reducción, esquematismo) que acechan a los que se pasan
de rosca con el "marco teórico". Me refiero a la excesiva
inclinación a coronar o demonizar tendencias y realizadores que no
ofrecen suficiente homogeneidad como para abordarlos en bloque.
Pero esta es una crítica de la película, no de los Cahiers, así que
haré bien en poner un punto y aparte.
Bienvenidos rasgos del paisaje
geográfico, histórico y político de las últimas cuatro décadas
construyen el marco del documental. Allí están el Festival de Cannes del
'68 (que coincidió con la famosa rebelión de Mayo y acusó sus ecos),
las callecitas de París, la defensa de la Cinemateca Francesa (a cuyo
titular, Henri Langlois, Cozarinsky dedicó otra película: Citizen
Langlois) y la sombra de un crisol de intelectuales (desde
Levy-Strauss a Pierre Boulez, pasando por Roland Barthes) que tapizan los
meandros de esta ruta.
Guillermo Ravaschino
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