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MALENA
(Malèna))

Italia, 2000


Dirigida por Giuseppe Tornatore, con Mónica Bellucci, Giuseppe Sulfaro, Luciano Federico, Matilde Piana, Pietro Notarianni.



Desde que Giuseppe Tornatore hizo el altamente sobrevalorado éxito internacional Cinema Paradiso (1989) –que no era más que una ingeniosa y exagerada amalgama de nostalgia cursi, comedia facilista y melodrama gastado–, cada nuevo film del director italiano lleva a la pantalla irritantes y muy vistos ejemplos de lo que se podría llamar "el cine de la repetición y la obviedad". Y dado que ahora Tornatore está trabajando para la factoría Hollywood, se le podrían agregar otras definiciones. Malena, como el horrendo film anterior del director, La leyenda de 1900, es sobre todo un producto de textura brillante y contenido muy superficial, financiado por la empresa norteamericana Miramax.

Tornatore narra otra predecible y trillada historia de entrada a la adolescencia, como en gran parte de Cinema Paradiso. Aunque esta vez la acción transcurre con la Italia fascista como telón de fondo, vuelve a ser contada a través de las memorias del protagonista: Renato (Giuseppe Sulfaro), ese chico de 13 años que vivirá una obsesiva historia de amor no correspondido con la extremadamente bella Malena (Mónica Belluci).

Ella es la hija de un respetado profesor de latín, y por su irresistible atractivo sexual todos los hombres del pueblo la quieren en sus camas, mientras que sus esposas la quieren ver muerta y enterrada. Para ellas, Malena es una puta. La situación de la muchacha empeora con la muerte de su padre, que la deja sin un cobre en el bolsillo. Y para ganarse la vida no le queda otra que convertirse en la puta oficial del pueblo, a lo que, por lo demás, la fuerzan. Mientras tanto, el joven Renato la espía obsesivamente, sin sacarle el ojo de encima. Es el pobre, sufriente testigo del arduo pasar de Malena, y también el enamorado perdido de un objeto de deseo inasible.

Esta es una estructura ideal para el melodrama. O para el drama, también. Con el director adecuado, este material hubiera servido para fabricar los mejores sueños cinematográficos. Pero no. Tornatore es quien dirige, y lo hace fiel a su "estilo" de siempre. Cada uno de los conceptos que el film intenta comunicar es martillado una y otra vez en el cerebro del espectador.

Pueden ser las reacciones de los locales hacia Malena La Puta, que incluye una risible y patética escena de juicio que explica las pocas ideas del film, ideas que los espectadores ya entendieron unas seis o siete escenas antes. O puede ser la obsesión de Renato por convertirse en el único amor de Malena, lo que lo lleva a alucinar secuencias cinematográficas en las que él y ella son personajes de otras películas. Son Tarzán y Jane, o un valiente cowboy y su damisela indefensa, quien le dice: "Tienes la pistola más grande del Oeste", reconfortándolo sobre el tamaño de su pene (parece que, en el mundo real, los de sus compañeros son más grandes).

La originalidad "estética" es, supuestamente, filmar estas falsas secuencias fílmicas en refulgente blanco y negro acompañado de la insoportablemente agradable música de Ennio Morricone, ominosamente presente a lo largo de casi todo el film.

¿Y qué decir de las escenas de masturbación de los chicos? Sólo una copia berreta de escenas similares en la maravillosa Amarcord de Fellini. También está la escena donde Renato alucina que Malena está saltando desenfrenadamente en una orgía desaforada. Y , acto seguido, se desmaya ante la visión de tal atrocidad.

Como si todo esto fuera poco, es mandatorio señalar dos escenas que fueron "sutilmente" encadenadas. Véanse: 1) Malena mendiga comida, un vendedor ambulante le da un poco de pan, pero la zamarrea y le pide que le pague de alguna manera. Corte. 2) Los aliados bombardean el pueblo, y como resultado muere el padre de Malena... La prostitución mató al padre, literalmente.

¿Hace falta otra cosa para darse una idea del atractivo de Malena?

Pablo Suárez     


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