Luego de fracasar con
films como Jude o Bienvenidos a Sarajevo, el director
británico Michael Winterbottom logra con Manchester 1970-1990: la fiesta
interminable (explícita traducción del original 24 Hour Party People),
presentado con gran éxito en BAFICI 2003 y de tardío estreno comercial,
plasmar una extraña paradoja: mediante la toma de una cierta distancia logra
una insual cercanía entre el espectador y los hechos que este ve en
pantalla.
Winterbottom se propone contar la historia de Tony Wilson, un empresario que desempeñó un rol preponderante en la movida musical que tuvo
lugar entre las décadas del '70 y el '90, con Manchester como centro mundial,
y que comenzó con el punk y terminó con el dance.
En
realidad es el propio Tony quien relata todo, desde la conformación del sello Factory y los templos
musicales The Factory y The Hacienda hasta los problemas económicos por la
decisión moral de no vender drogas en las discos, pasando por la
rúbrica de cierto "contrato" escrito con sangre y un concierto de los Sex
Pistols ante a un par de decenas de personas.
Pasa de
todo en 24 Hour Party People, y a mil por hora. Mucho de eso es
contado por Tony con una evidente ironía, incluso aislándose de lo que
sucede alrededor suyo para dirigirse a la cámara y hablarle directamente al
espectador. Pero el film es tan divertido y vital, y transmite tal pasión y
amor por la música y por cómo se vivía en esos gloriosos tiempos, que la
identificación está casi asegurada.
Muchas de
las mejores películas de deportes lo son porque consiguen que hasta el menos
deportista del público ansíe el triunfo de los protagonistas, se meta dentro
del juego y forme parte del equipo. Lo mismo sucede con las películas sobre
el mundo de la música, que si son realmente buenas no necesitan un
espectador sabelotodo (el que escribe estas líneas no lo es) si no sólo
alguien que simpatice con los protagonistas, tal como sucedía en Alta
fidelidad.
En 24
Hour Party People no vemos personajes precisamente maravillosos. Pero
ese pequeño alejamiento que establece Tony parece asumir lo humanos que son
él y sus compañeros de fiesta (lo que no significa que él no creyera estar
haciendo algo muy importante en ese momento). Lo que transmite es que todos
podemos hacer algo tan trascendente como él cree que hizo.
Difícilmente Tony Wilson podría haber encontrado mejor intérprete que Steve
Coogan (uno de los protagonistas de la excelente serie británica
"Coupling"), que no hace de Wilson... es Wilson. Fresco, espontáneo,
gracioso, irónico, Coogan alcanza a imprimir la sensación de verdad
mentirosa y mentira verdadera que un film como este necesita.
Winterbottom concreta de esta manera un documental ficcional, o una ficción
documental, que termina transformándose en una épica musical llena de
personajes imperfectos que, pese a ello (y en parte por), logran convertirse
en pequeñas leyendas de su época.
Rodrigo Seijas
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