John Carpenter había
concretado en Asalto al Precinto 13, allá por 1976, un film notable
que condensaba buena parte del estilo que siempre lo caracterizó. El astuto
aprovechamiento de un presupuesto escaso; la utilización de pocas
locaciones, apelando intensamente al fuera de campo; la presentación de un
grupo con individuos bien diferenciados pero compactos frente a un enemigo
común, y la composición de una trama mínima pero muy dinámica. Con todos
estos elementos redondeaba una película con claras reminiscencias
hawksianas, deudora de obras maestras del western como Río Bravo, El Dorado
y Río Lobo.
En la
remake que ahora llega a Buenos Aires, el casi desconocido Jean-François
Richet se propuso resultados similares. Por momentos los consigue, ya que
existe en este film un claro empeño por revivir el espíritu de Carpenter aun
alterando ligeramente la trama. Es por eso que el grupo de pandilleros
anónimos de la original se transforma en un conjunto de policías corruptos
que sitian la comisaría en Navidad con el objetivo de liquidar al mafioso
Bishop (Larry Fishburne), que se encuentra preso allí y que puede
denunciarlos, obligando a otros policías a unirse con los presos bajo el
comando del jefe Roenick (Ethan Hawke).
El uso
del fuera de campo no es tan intenso pero pervive, además de una inteligente
labor de sonido y cierta nobleza en el tratamiento de los personajes, más
complejos y redefinidos en esta nueva versión, pero igualmente cercanos al
clasicismo de John Ford y Howard Hawks.
En pocas
ocasiones Masacre en la cárcel 13 cede al psicologismo barato, ya que
se concentra en la acción y el avance de la historia. Los malos son malos
sin muchas vueltas y/o justificaciones, mientras que los actos heroicos, los
enfrentamientos internos, la atracción física y los duelos a tiro limpio
surgen en forma espontánea y sin pausa. A todo esto ayuda un elenco
conformado por eternos actores de reparto o pequeñas estrellas de esas que
siempre contribuyen a la solidez de cualquier película en la que participan,
como los ya mencionados Fishburne y Hawke, además de Drea de Matteo, María
Bello y Gabriel Byrne, entre otros.
Ciertas
complicaciones y vueltas de tuerca terminan ensombreciendo el panorama, pero
los méritos apuntados alcanzan para convertir a este film en un raro
exponente del Hollywood actual, concebido en función de algo más que una
recaudación millonaria.
Rodrigo Seijas
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