Luego de la gran Cómo entrenar a tu dragón, Dreamworks decidió volver al
territorio que mejor conoce, el de la comedia lunática y los chistes
intertextuales a velocidad de rayo. Para la dirección convocó a uno de
los principales especialistas de la casa, Tom McGrath, y para las
voces a un par inmejorable: Will Ferrell y Tina Fey. Megamente exhibe todos los aciertos y falencias de Dreamworks (gags hilarantes con
momentos cancheros que se pasan de posmodernos), pero también algo del
espíritu Ferrell dando vueltas que la convierte en un hito dentro de la
escudería, a la altura de Kung Fu Panda.
En un veloz
y perfecto prólogo que toma elementos de Superman, vemos el crecimiento en paralelo de Megamente y
Metro Man, extraterrestres que arribados a la Tierra se convierten en el
villano y superhéroe, respectivamente, de esta historia. Pero Megamente,
el film, bajo su capa repleta de acelerados chistes esconde
una reflexión acertada y sincera sobre el Bien, el Mal y las historias de
superhéroes. Básicamente, se trata de cómo un tipo muy malo (a su pesar) se
convierte en alguien bueno (a su pesar también). Y entre medio, cómo impactan la
maldad, la bondad y el poder en el resto de la sociedad. Todo sin ponerse
extremadamente solemne
–habitual debilidad del género– y con un ritmo
endiablado.
Por cierto que la película de
McGrath no tiene la inteligente lectura social que ofrecía Los increíbles
de Brad Bird, pero aporta otro punto de vista a este tipo de aventuras: una
reconstrucción de las películas de superhéroes con todos sus estereotipos a
la vista. Otro de los aciertos
del film, toda vez que reflexiona sobre cómo se construye un héroe en
vínculo con la sociedad. A modo de yapa, la presencia oral de Ferrell contribuye con
esa cuota de absurdo cómico que tan bien maneja el actor de El reportero.
Así como lo hace habitualmente con su coequiper Adam McKay, el comediante
toma aquí un universo reconocible y lo deja del tamaño de un carozo de
aceituna. Megamente es un Dreamworks efectivo y feliz.
Mauricio Faliero
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