Sean Penn debía estar juntando plata para dirigir una de sus propias
películas cuando decidió protagonizar este film. Su composición está en las
antípodas de la sobriedad y contención que suelen destacarlo como un gran
actor de cine.Mi nombre es Sam es la historia de un retardado
mental que lucha por la tenencia de su hijita de ocho años, ayudado por una
abogada frívola que se va encariñando con él. Rain Main es el
referente obvio de este título y la manipulación emocional, su escencia. Uno
podría considerarlo un desafío al espectador: ¿hasta qué punto somos capaces
de dejarnos engañar durante dos horas de proyección?
Mi Nombre es Sam lleva el engaño a su extremo: cuestiona la
prohibición que recibe Sam de cuidar a su hija, aun cuando su coeficiente es
el de un niño de siete años (inferior al de la niña, lo que está retrasando
su crecimiento), pero no explica cómo él mismo no fue puesto bajo la tutoría
de otra persona. Vive sólo, trabaja, hasta pudo tener una hija. Esto también
se dibuja con una sola pincelada (una mujer sin techo se aloja con él y le
agradece con la concepción; luego de parir se escapa). Supongamos que tuvo
relaciones sin problemas y fue papá. ¿A nadie se le ocurrió que el bebé
necesitaba tutor cuando nació? ¿Hizo Sam los trámites necesarios? ¿La anotó
él en la escuela? Nada de eso aparece en la película.
Por supuesto, también está la veta tierna que da cuenta de que Sam
es más inteligente que todos nosotros porque nos recuerda con ingenuidad las
cosas más importantes de la vida. Ahí está el personaje de Pfeiffer: siempre
apurada, sólo le preocupa la imagen y no consigue acercarse a su
hijo... Sam lo percibe y le indica el camino correcto para lograrlo.
En Bailarina en la oscuridad se describía al personaje más bueno y
sensible del mundo y luego se lo atacaba con todas las armas imaginables. Ni
defenderse le estaba permitido. Aquí se le otorga a un personaje con
problemas, imposibilitado de llevar una vida normal, la chance de hacer todo
lo que se supone que no puede –vivir solo, trabajar, tener una hija,
criarla–, para luego sacarle lo más importante de su vida. Ambas son
construcciones crueles y falsas que intentan conmover por la vía más
facilista y mediocre posible. Al lado de Mi nombre es Sam, Rain
Man parece un film sutil, sobriamente naturalista.
Ramiro Villani