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MI SUPER EX NOVIA
(My Super Ex Girlfriend)

Estados Unidos, 2005



Dirigida por Ivan Reitman, con Uma Thurman, Luke Wilson, Anna Faris, Rainn Wilson, Eddie Izzard, Stelio Savante.



De Los cazafantasmas a la reciente Evolución, Ivan Reitman ha filmado películas en las que sazona felizmente la comedia con un elemento fantástico que delata el costado absurdo tanto de la realidad como de sus representaciones masivas. En la primera de las películas mencionadas el elemento disonante eran los espíritus que tomaban Nueva York, en Junior fue el embarazo de un paradigma un tanto excesivo de la masculinidad como era Arnold Schwarzenegger, y en la que nos ocupa es la patológica inseguridad que aqueja a una heroína voladora al modo de Superman que se enamora de un hombre común y empieza a celarlo día y noche. La contradicción entre la fortaleza física de esta supermujer y su fragilidad emocional es el primer gran hallazgo de Reitman y el que sostiene la sencilla pero eficaz estructura de toda la película.

Las otras dos grandes patas de esta comedia son Uma Thurman y Luke Wilson. Hasta el más común de los mortales puede sentirse reconocido en el rostro sin relieves de Wilson (hermano de Owen, actor y coguionista de Los excéntricos Tenembaum). Su figura es cotidiana y hasta intrascendente, lo que transforma en una especie de cuento de hadas masculino a su romance con la Chica G ("¿Por el famoso punto cardinal erótico?", preguntará un amigo), que le dará ocasión de sentirse el más afortunado de los hombres. Claro que ella le hace jurar que no ha de presumir ante sus amigos para que su identidad no sea revelada y, aunque él obedece, pronto se da cuenta de que tendrá que someterse a un par de exigencias más. La secuencia del restaurante en la que la Chica G no quiere dejarlo solo con una compañera de trabajo aunque el mundo esté a punto de estallar deja en claro que esta mujer está muy desequilibrada. Si Superman era capaz de simular una apariencia pública y apocada como la de Clark Kent, esta Chica está escindida en dos y ni con todos los poderes del mundo consigue un mínimo de confianza en sí misma que evite los ataques de celos que padecerá su novio. Y aquí es donde se luce la protagonista de Kill Bill y esposa de Ethan Hawke. Su inestable ir y venir entre dos identidades distintas hace recordar a los hiperactivos personajes creados por Katherine Hepburn en algunas de las mejores comedias alocadas de los años dorados.

En esa misma línea, Reitman tiene la virtud de apostar cada vez más por el absurdo, yendo de los apuntes verbales sobre las relaciones entre los sexos hasta el humor más desatado. El automóvil en órbita o la secuencia del tiburón deben su existencia al universo visual de las caricaturas, cuyos límites no estaban constreñidos por las tres dimensiones físicas. Y lo mejor de Mi súper ex novia, que se contempla de principio a fin con placer y simpatía, es esa apuesta por el juego y el exceso que Reitman transparenta al poner en escena una pesadilla de su acorralado protagonista masculino. Temeroso por la venganza de su poderosa y despechada chica, sueña lo peor. Pero quince o veinte minutos más tarde se despierta y debe afrontar algo mucho más delirante, y divertido para nosotros, que lo que aquella secuencia onírica nos había hecho temer. Lo mismo sucede con el flashback en el que se nos explica el origen de los extraordinarios poderes de G. Sus apuntes sobre el estereotipo de mujer deseable diseccionan con tanta amabilidad como precisión algunos de los más sexistas y discriminatorios lugares comunes del imaginario popular de hace cinco o seis décadas, así como la presencia de esa jefa de trabajo negra que cree ver episodios de acoso sexual en cada mirada que se cruzan sus empleados funciona como jugoso comentario sobre estado actual de los vínculos laborales.

Es que Mi súper ex novia pivotea entre las décadas del cuarenta o cincuenta y la contemporaneidad. Desde la confección de los personajes secundarios, pasando por el uso ostensiblemente ingenuo de la tecnología digital, hasta la secuencia final de títulos (no se vayan hasta que esta termine porque hay un chiste al final), tiene un aire a cosa artesanal, modesta y feliz que hace pensar en otra época del mundo y del cine. Pero la virtud de Reitman es incorporar a esos códigos de representación anacrónicos una visión certera del mundo moderno y evitar, de ese modo, que su película luzca anticuada o reaccionaria. Mi súper ex novia no es una película pasada de moda sino una película sobre un modo de hacer cine que sí pasó de moda. Para bien o para mal. Del consciente desfase entre forma y fondo puesto en escena por Reitman nace el raro placer de esta película.

Marcos Vieytes      


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