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MIRADA DE ANGEL
(Angel Eyes)

Estados Unidos, 2001


Dirigida por
Luis Mandoki, con Jennifer López, Jim Caviezel, Terrence Dashon Howard, Sonia Braga, Jeremy Sisto.



La cruza del policial con la ciencia ficción le había dado a Jim Caviezel la oportunidad de destacarse en una buena película, Desafío al tiempo. Su melancólico rostro y otras dotes para despertar la emoción fueron explotados nuevamente en Cadena de favores, que dejó una sospecha latente: a las órdenes de un mal director, este intérprete interesante tiende a sobreactuar y queda muy mal parado. Mirada de ángel –otro pastiche de géneros– viene a confirmarlo. Su vagabundo da la impresión de estar siempre al borde del vómito.

Pero esta cinta es en realidad un vehículo para el lucimiento de Jennifer López, y esto produce un profundo misterio, ya que –partiendo de la base de que lo único que ha logrado lucir hasta ahora es su cuerpo– la protagonista se pasea delante de la cámara con un asexuado traje de vigilante y las escenas románticas están filmadas con ángulos bastante cerrados, que escamotean a la platea masculina lo que esperaba ver de Jennifer en la pantalla.

Ahora vayamos a la historia. Sharon Pogue (López) es una policía de Chicago con problemas familiares. Resulta que su padre acostumbraba golpear a su madre hasta que la nena se cansó y lo puso bajo arresto, cosa que toda la familia –incluida la madre (una señora que alguna vez fue Sonia Braga)– encontró completamente impropia. Por lo que la pobre Sharon sufre mucho, tratando de superar su culpa y convencerse de que la rechazan por hacer lo correcto. Para agregar metafísica y romance al drama-policial, aparece el extraño Catch (Caviezel), quien se empeña en vigilar de cerca a la mujer policía, hasta que debe intervenir para salvarla de un criminal a punto de fusilarla. Ahí se inicia el romance.

¿Dónde está la metafísica? En los pequeños detalles: Catch deja siempre las puertas abiertas, se comunica con más dificultad que un indio hollywoodense, entabla una particular relación a base de miradas con un chico que vive al lado de su departamento (que está prácticamente desmantelado) y padece la herida interna de algo que le sucedió un año atrás (sinceramente no recuerdo si la película informa explícitamente lo que le pasó o la trama es tan obvia que se sabe de cualquier modo).

Poco a poco las subtramas se van conectando en la cabeza del espectador, y cuando el director decide desplegarlas ya es demasiado tarde para que nadie se sorprenda. Con la intriga anticipadamente dilucidada, el romance y el drama se adueñan del relato mientras el tedio hace lo propio con la platea.

Entre tanta escena previsible, queda lugar para la habitual sonrisa burlona: a plena luz del día, los protagonistas se olvidan por un momento de la pesada carga moral que los aqueja para bañarse en el lago de un parque público y hacer el amor sobre el césped. Eso sí, filmados con ángulos mucho más cerrados que los de los peatones del parque.

Ramiro Villani     


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