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MISS
SIMPATIA
(Miss Congeniality)
Estados
Unidos, 2000 |
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Dirigida por Donald Petrie, con Sandra Bullock, Michael Caine, Benjamin Bratt, William Shatner, Ernie Hudson, Candice Bergen.
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El arquetipo de chica fea y torpe que
luego descubre su belleza se ha calzado Sandra Bullock, protagonista y
productora de este film que es una comedia de la que no se puede esperar
casi nada. Y el asunto es tan simple como que una agente del FBI, con todo
lo que ello implica –casi un hombrecillo más, sin pizca del glamour de
la agente Scully–, debe ser introducida como una de las participantes
del concurso de belleza más famoso de Estados Unidos para detener a un
psicópata que ocasionó bombardeos e incendios (de los que poco se ve en
el film).
Pese a su proverbial torpeza, que la llevó a frustrar más de un par
de operativos importantes, Gracie Hunt es la que mejor se ve en la
pantalla de la computadora a la hora de elegir a la agente que cambiará
su traje del FBI por malla y tacones altos para, arreglo con los
organizadores mediante, quedar entre las cinco finalistas. De ahí en
más, la tarea del FBI es tomar las estrategias adecuadas para llegar al
evento con una Gracie que luzca verosímil como una reina de belleza. La
persona elegida para entrenarla en la pasarela y lograr unos cuantos
milagros estéticos en cuarenta y ocho horas es Victor Melling (Michael
Caine), un malogrado pero muy ducho consultor de concursos de belleza. El
jefe de la operación es Eric Matthews (Benajmin Bratt) y en verdad no
tiene muchas esperanzas de que su compañerita logre dejar de ser, tal
como él dice, "un desastre".
El cambio en la apariencia de Gracie es una superproducción aparte.
Decenas de especialistas se abocan a transformar a la malhablada agente
que no sólo ríe como un chancho (Victor la llama "la sucia
Harriet") y come con toda su energía, sino que nunca se peinó. Pero
el milagro se produce. Puntual y previsiblemente, la Bullock saldrá del
salón de belleza convertida en una bomba ante la mirada atónita de sus
compañeros.
Lo que resta es más adivinable aun: ver cómo la nueva chica diez se
carga al hombro a sus compañeritas, cómo los compra a todos con su nuevo
encanto, y algún etcétera que no vamos a anticipar. Con sus variantes, Miss
Simpatía no deja de ser otra fábula de una Cenicienta que se
transforma en princesa en dos días. Aburrida, con diálogos que dejan
mucho que desear (aunque claro, ¡qué se puede escribir para agentes del
FBI y para modelos que sueñan con la fama!). Un cuentito, en fin, que ya
nos contaron demasiadas veces.
Karina Noriega
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