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LA MUSA
(The Muse)
Estados
Unidos, 1999 |
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Dirigida por
Albert Brooks, con Sharon Stone, Albert Brooks, Andie
MacDowell, Jeff Bridges, Monica Mikala, Lorenzo Lamas.
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Lejos de musas como Giulietta Masina, Anna Karina y Véra fueron para
Fellini, Godard y Nabokov, la Sarah de la nueva comedia del polifacético
Albert Brooks deja la simbiosis artística a un lado. Lo de Sarah (Sharon
Stone) es un negocio que le viene de perillas a los cineastas
hollywoodenses: el de ser una astuta y eximia productora de ideas que
fabriquen éxitos de taquilla. Eso sí, más vale que Martin Scorsese y Rob
Reiner le regalen joyas de Tifanny's, para acrecentar su empresa
clandestina. Cabe suponer, o desear al menos, que detrás de cada buen
director haya una excelente mujer; pero aquí no se trata de esposas ni de
amantes sino de una de las nueve hijas de Zeus que, vida lujuriosa de por
medio, logra a que la industria del cine de Estados Unidos prospere. La
desmesura de Albert Brooks hace de esta comedia una bofetada a la
mediocridad del establishment cinematográfico de Hollywood, donde no sólo
según Brooks faltan ideas refrescantes. Como la que por ejemplo hizo que en
la imaginación de este incisivo comentarista de la sociedad americana
Scorsese se inspirase en esta diva de muselinas y valijas Louis Vuiton para
crear una historia como Taxi Driver. O -mejor- que Scorsese, James
Cameron y Lorenzo Lamas se parodiasen a sí mismos para mofarse, lúdicos,
de los prejuicios del mercado.
Stephen Phillips (Albert Brooks) es un reconocido director de cine que,
con diecisiete films y una nominación al Oscar en su haber, es echado poco
menos que brutalmente ("Has dejado de ser escritor") por la
Paramount, para la que trabajaba bajo contrato. Desesperado, luego de haber
escuchado del malo y duro de Josh cosas como "El problema eres
tú" y "Te ha llegado la decadencia", y esto por su último
guión para una de acción, Phillips se banca que su detractor alabe
los guiones del melodramático de Lamas y que su manager le sugiera que se
dedique a la TV. Es por ello que se emperra en conseguir una cita con Steven
Spielberg para que lo termine atendiendo Stan Spielberg, el primo siome
del todopoderoso de la acción. Pero eso no es todo. Luego le toca el turno
frente a su exitoso amigo Jack (Jeff Bridges), quien, benévolo, le revela
el secreto de cómo sobrevivir a directivos de la industria y hacer
películas exitosas. Y se prodiga en alabanzas hacia Sarah Little, quien ya
había sido percibida por nuestro atribulado protagonista. "Si estás
con ella escribes mejor que nunca", escucha de su amigo un cada vez
más ojeroso Phillips, quien terminará creyendo en leyendas mitológicas y
llegará a pagar hoteles de lujo, limusinas alquiladas y alguna joya cinco
estrellas como alguna vez lo hicieran prestigiosos directores como Cameron o
Scorsese.
La mujer de Phillips (Andie MacDowell) pasa de los celos a la
resignación: ¡toda la familia dependiendo de la frívola musa! A Laura se
la podrá ver explotando su habilidad en la cocina mientras su esposo se
afana por ponerle el broche una historia inspirada en un acuario cuyo dueño
es el tonto pero taquillero Jim Carrey... estrictamente sugerido por esta
musa que, más que musa, parece un diablillo: para lograr lo que uno se
propone sólo hay que costear algún que otro producto fetiche de moda.
Después de todo, no es tan terrible como vender el alma.
Divertida comedia del director de Perdidos en América y Visa
al paraíso, La Musa regala buenos gags, ajustadas actuaciones y
excelentes diálogos. Muchos de ellos imperdibles, como el de la escena
entre Phillips y un empresario gastronómico en la fiesta de presentación
de las galletas de Laura, donde el hombre de negocios confunde al
persistente de Phillips con el "escritor" de tortas ("Sí, yo
escribo feliz y mi compañera cumpleaños", le contesta).
La acidez y el disparate brillan en otras tantas frases del propio Phillips,
como "ser escritor en Hollywood es como ser un eunuco en una
orgía"; y también en otras bocas, como cuando una de sus pequeñas
hijas compara con un pene al Oscar. Llevadera y diferente a las comedias a
las que nos tiene acostumbrado el cine americano, que no así excelente, La
musa vino a resultar una refrescante historia. Y a representar -¿por
qué no?- un chasquido en la conciencia para los directores adormilados de
ayer y de siempre. Buscar a una musa inspiradora como esta puede que sea
vano, pero no deja de ser una good idea, como hubiese dicho Oliver
Hardy.
Karina Noriega
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