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LA NOCHE DEL CRIMEN
(People I Know)

Estados Unidos, 2002


Dirigida por Dan Algrant, con Al Pacino, Kim Basinger, Ryan O’Neal, Téa Leoni, Richard Schiff, Bill Nunn, Robert Klein, Mark Webber.



Los trabajos que Dan Algrant ha realizado como director tienen algo en común: la ciudad de Nueva York. Como fondo o punto de partida disparador de los conflictos de sus personajes, la Gran Manzana ha sido protagonista tanto en su película debut, la comedia romántica Naked In New York (Desnudo en Nueva York, 1994), como en la famosa serie de televisión “Sex And The City” (“El sexo y la ciudad”, 1998-2003), y ahora en éste, su segundo largometraje. La noche del crimen, sin embargo, está bastante lejos de la originalidad y la chispa que trasuntan los capítulos de las cuatro amigas que hablan de sexo.

El argumento del nuevo film de Algrant tiene mucho de una fórmula bastante conocida: hombre de las relaciones públicas, otrora influyente y venido a menos, le hace un favor a su amigo y único cliente (Ryan O’Neal) y termina presenciando el asesinato de una joven bella y drogadicta (Téa Leoni) involucrada con las altas esferas políticas... cuyos secretos es preferible ocultar. A pesar de cierta previsibilidad, la narración está estructurada de tal manera que el tiempo vertiginoso –los hechos están acotados a un día y medio– y el punto de vista –nunca se abandona la mirada del protagonista– mantienen el ritmo y dosifican la intriga.

Igualmente, La noche del crimen no es un thriller de suspenso sino más bien un drama: la parábola de una caída, la debacle final de un hombre acelerado, consumido por las pastillas y demacrado por el insomnio y las preocupaciones. El crimen mencionado en el título sólo funciona como excusa para desencadenar una conspiración en la que Eli Wurman (Al Pacino) se verá implicado. A él le sirve para entender que, tal vez, es hora de retirarse de esa vida hipócrita y absorbente. El personaje también tiene otro motivo para pensar en dejar la ciudad mientras esté a tiempo: Victoria (Kim Basinger), la viuda de su hermano, quiere salvarlo y compartir con él la vida tranquila del campo. Pero nada le resultará fácil...

Pacino no está mal (aunque se reitera bastante últimamente) y es quien se carga la película sobre los hombros (como actor, y productor junto a Robert Redford) para interpretar comprometidamente a este hombre avejentado y confundido por el alcohol y las drogas que se ve envuelto en un asesinato. Pero como el film está contado estrictamente desde su punto de vista (lo que él no ve queda fuera de campo), no hay escena en la que no participe. Y esto, sumado a sus ya proverbiales tics y al frenesí con que se entrega a la actividad de publicista, que es su oficio en la ficción, termina fatigando al espectador.

Wurman, el ex hombre de prensa más respetado de Nueva York, debe concretar un importante evento anti-racista al que asistirán los poderosos de turno; si lo logra su misión estará cumplida y las intrigas se habrán resuelto. ¿Será entonces el turno del retiro? Digamos que recién en la última escena Pacino podrá descansar en paz... y el espectador también.

Yvonne Yolis      


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