Se podría analizar a
Padre soltero como una simple película romántica, pero el espectro se
amplía si se tiene en cuenta que su director y productor es Kevin Smith,
hasta ahora considerado un realizador indie y autor de películas más
que atendibles como Mallrats y La otra cara del amor, en las
que ponía sobre el tapete el tema de la transición de la juventud hacia la
adultez con la consiguiente toma de responsabilidades.
Aquí
también se toca el asunto de la responsabilidad, pero no desde un punto de
vista vital y adolescente sino desde un punto de vista adulto y conservador,
y por ende, mucho más remanido y previsible.
Kevin
Smith vuelve a contar con su actor preferido, Ben Affleck, encarnando a un
súper publicista que pierde a su mujer (intepretada por la ex de Ben
Jennifer López) en el parto de su hija (un golpe bajo de proporciones
dantescas que encierra además varias lecturas psicológicas no precisamente
agradables) y es para colmo despedido de su trabajo por un error
imperdonable, con lo cual deberá abandonar New York y retornar a su New
Jersey natal a vivir con su padre y criar a su hijita.
Hay que
decir que la hijita en cuestión es muy simpática, y que Liv Tyler aporta
gran frescura al film en la piel de una universitaria que se hace amiga –y
algo más– de Affleck, pero eso apenas si compensa una trama esquemática que
sólo funciona de a ratos (su completo desarrollo es fácil de predecir) y una
pésima actuación de Affleck, que vuelve a ser incapaz de transmitir emoción
alguna.
Es verdad
que se pueden encontrar muchos elementos comunes a las demás películas de
Smith, como las locaciones suburbanas, ciertos diálogos ingeniosos y varios
actores amigos que realizan cameos y breves apariciones (Jason Biggs, Matt
Damon, Jason Lee e incluso Will Smith, que concreta su mejor aparición en
años), pero el núcleo estructural de la película es demoledoramente
convencional, como si hubiera sido filmada por cualquier director al
servicio de Hollywood. Una vez más (y van...) se confirma que Miramax y su
dueño Harvey Weinstein –productor ejecutivo de este film– han dejado de ser
sinónimos de independencia.
Recién sobre la escena
final Kevin Smith parece inclinarse por una elección más personal,
planteando la trama definitivamente como una historia de amor entre un padre
y su hija, y presentando (casi a escondidas) el tema de la soledad
que acarrea la madurez y la necesidad de afecto. Pero aun allí le cuesta a
Smith desprenderse de tanta... dependencia.
Rodrigo Seijas
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