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PAN Y ROSAS
(Bread And Roses)

Estados Unidos, 2000


Dirigida por Ken Loach, con Pilar Padilla, Adrien Brody, Elpidia Carrillo, Jack McGee, Mónica Rivas, Frank Dávila.



De vez en cuando una película fallida tiene el extraño mérito de evocar y valorizar otras similares, más logradas. Es el caso de Pan y rosas, del inglés Ken Loach, alguna vez referente indiscutido del cine social, hoy empeñado –sin éxito– en mezclar ese género con el melodrama. Hace ya varios años que no levanta cabeza, aunque ha logrado mantener cierto respeto crítico, quizá por sus logros pasados, o por la temática de sus films. Lo cierto es que el mayor elogio que puede hacerse de esta película es mencionar que ayuda a recordar, por ejemplo, a Recursos humanos, del francés Laurent Cantet.

Una familia de mexicanos se traslada ilegalmente a los Estados Unidos e intenta sobrevivir allí. Maya (Pilar Padilla), la última en llegar, consigue un trabajo junto a su hermana Rosa, en el servicio de limpieza de un edificio empresarial. Desde el comienzo tendrá que ceder medio sueldo de sus dos primeros meses a quien le da el privilegio de emplearla y, además de cobrar muy poco, no puede acceder a ningún tipo de cobertura social. De vacaciones, ni hablar. Pronto conoce a un joven activista sindical (Adrien Brody), que intenta convencerla para que ella y sus compañeros se unan en la defensa de sus derechos laborales.

Hasta aquí nada muy lejos de lo expuesto en Recursos humanos: una familia dependiente del trabajo asalariado, un sindicalista que procura despertarlos y una joven recién llegada que se encuentra con esta situación. Hay algunas variaciones, pero de todas maneras Loach cambia rápidamente de registro y enfila hacia el melodrama.

No es que esté mal el giro en sí; el problema surge cuando el guión violenta a la historia para encajarla en los vaivenes del género. Si a esto se suma confusión ideológica y sentimentalismo innecesario, más un desenlace en el que todo, absolutamente todo está forzado, lo que se obtiene es un artificio narrativo que en vez de emocionar –o llamar a la reflexión– provoca la sospecha de que el espectador ha sido engañado sobre la base de situaciones que, indudablemente, son reales. Con materias primas muy simples, el film, lejos de intentar avanzar hacia una elaboración más profunda (proyecto sin duda arriesgado), decide refugiarse en el esquematismo del género lacrimógeno con resultados más cercanos a la telenovela que al cine social que bien se precia.

Todo lo esbozado en la primera mitad se cae a pedazos sobre el final. Los personajes son utilizados para cubrir las limitaciones de la trama. El luchador sindical, sin ir más lejos, en un momento había sido desnudado en su ingenuidad y su propias limitaciones, pero termina abruptamente transformado en un héroe de los marginados. La protagonista, al principio premiada por su coraje y atrevimiento, es abandonada a manos de un desarrollo insalvable. La lista, que continúa, incluye más de un golpe bajo. En este marco, y mal que le pese a Loach, el destino de los personajes parece consecuencia del azar, y no de un sistema de exclusión y flexibilización laboral que utiliza a los inmigrantes para reducir los salarios.

Por si esto fuera poco, la mejor escena del film es un robo a Michael Moore, el audaz humorista norteamericano de The Awful Truth (La cruel verdad) y director de algunos documentales interesantes. Moore lo había hecho de verdad: llevó a un grupo de empleadas de limpieza que habían sido expulsadas de su trabajo a limpiar los pisos de una poderosa empresa ante la incómoda mirada de los presentes. Loach repite la operación a cargo del personaje de Brody, pero no roza los talones del original. Si hubiera prestado mayor atención a la agudeza crítica de Moore, muy distinto habría sido el resultado, y la copia, probablemente bienvenida.

El título del largometraje recupera una antigua frase pronunciada por un grupo de empleados norteamericanos que protestaba por sus derechos al grito de "Queremos pan –trabajo– y rosas –derechos laborales– también". La consigna podría aplicarse a las exigencias del espectador respecto de Loach, entendiendo por "pan" el tema social elegido (que hoy nos toca muy de cerca en Argentina), y por "rosas" un tratamiento más arriesgado y reflexivo.

Ramiro Villani     


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