Si sos varón y tenés entre 9 y 99 años, y te gustan
los labios de la Jolie, vas a disfrutar mucho los primeros planos de su
enorme boca y alguna subida de ceja. Si sos mujer y te gusta Banderas, hay
una mirada bandida y un encuadre del final de su espalda.
Pero vayamos a la película. Luis Vargas es el dueño de una
plantación en la Cuba del siglo XIX. Tiene toda la plata, pero se siente
solo y, a pesar de frecuentar a las mulatas del lugar, quiere una esposa
norteamericana. Así se empieza a cartear con una tal Julia Russell, a
quien conoce tras publicar un aviso en un diario. Misiva va, misiva viene,
arreglan el casamiento.
El día pactado Vargas llega al puerto para recibir a su futura esposa
con un retrato en blanco y negro que no favorece mucho a la señorita
Russell. Después de todo él no busca enamorarse, sino una esposa
socialmente correcta que lo acerque a la pujante Norteamérica. Pero
cuando llega al puerto se encuentra nada más ni nada menos que con el
carocito de la Jolie y queda irremediablemente prendado. Ella explica que
le mandó una foto falsa para asegurarse de que no se casaría sólo por
una cara bonita y, entusiasmado precisamente con la voluptuosidad de su
rostro, el personaje de Banderas firma los papeles y hasta pone a
disposición de Julia sus suculentas cuentas bancarias.
Sin embargo, la cosa no cierra. Los gustos de la chica no coinciden con
los descriptos en las cartas y encima su hermana escribe pidiendo que le
responda, a lo que Julia se niega argumentando que está peleada con ella.
Luis finalmente la persuade para que le escriba y, en el medio, cae un
detective que viene de parte de la hermana. Si el guión se hubiese
concentrado y trabajado más en esta parte del relato, podría haber
salido algo muy interesante. Pero, así como está, muy pronto y sin
demasiado misterio el personaje de Banderas queda en pampa y la vía, con
sus cuentas vacías y lanzado tras los oscuros pasos de un amor pérfido.
A partir de aquí, las numerosas idas y vueltas, engaños, trucos,
guiños y pistas hacen que la película comience a dar demasiados giros.
Y, ya se sabe, lo que gira 360 grados marea, pero termina cayendo en el
lugar de partida: en este caso, los labios de la Jolie y la picarona
mirada de Banderas. Con menos vueltas, la trama podría haber sido más
emocionante y entretenida.
De hecho, un dato interesante es que la historia es una adaptación de
una novela de Cornell Woolrich, llamada Waltz Into Darkness. Para tener
idea de quién es Woolrich y lo mucho que se podría haber exprimido su
libro, basta decir que escribió It Had To Be Murder, el texto en el que
se inspiró Hitchcock para filmar La ventana indiscreta. ¿Se
imaginan tan sólo una aproximación a una de las obras top de Sir Alfred?
Hubiese estado bueno.
Javier Rey
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