| La primera versión de El planeta de los simios se estrenó en
      1968. Basada en el original argumento de la novela de Pierre Boulle, el
      film no tuvo muy buenas críticas pero fue visto por muchísima gente y se
      convirtió, en medio de las crecientes expresiones anti-Vietnam, en un
      alegato antibélico. Algunos años después, y con la ayuda de cuatro
      secuelas, una serie de TV y hasta un dibujo animado, la película de los
      simios que dominan el planeta y esclavizan a los humanos alcanzó el
      status de clásico del cine de ciencia ficción. Aquella generación –y
      muchas otras que vendrían más tarde– quedó fascinada por la aventura
      del coronel George Taylor (Charlton Heston, quien en ese momento ya había
      protagonizado Los diez mandamientos y Ben-Hur). Y el paso
      del tiempo hizo que personajes como Zira, Cornelius, Zaius y Nova parezcan
      difíciles de olvidar. Al igual que el impactante final, en el que el
      héroe descubre la Estatua de la Libertad sepultada en la Zona Prohibida y
      comprende que nunca salió de la Tierra y que ésta ha sido desvastada por
      el poder nuclear.
 Seguramente Tim Burton lo sabía;
      él mismo se confesó fanático de la versión original y se preguntó por
      qué "reimaginar" una buena película. Sin embargo, a lo largo
      de su filmografía ha demostrado que no le teme a los desafíos.
      Trabajando dentro de las inquebrantables reglas de los grandes estudios de
      Hollywood o embarcado en proyectos propios en los que lo que menos
      importaba era el rédito económico, Burton se las ha ingeniado para dejar
      su marca registrada. Un universo personal, trazado por mundos sórdidos, a
      veces oscuros, otras fantasiosos, siempre hostiles a una paleta de
      criaturas que, sean de la especie que fueren (el fantasma Beetlejuice, el
      superhéroe Batman, el joven Manos de Tijera, el director Ed Wood),
      evidencian el dolor de sentirse marginados o autoexcluidos y quieren
      luchar, invertir, rebelarse contra esa situación adversa. En El planeta de los simios
      que ideó Tim muchas cosas han cambiado. Es una película diferente y, en
      definitiva, a la mayoría de los nuevos espectadores poco les importará
      evocar esa primera versión que ya tiene más de treinta años. En el año
      2029, el héroe –ahora llamado Leo Davidson (Mark Wahlberg)– forma
      parte de una tripulación espacial que está probando chimpancés
      entrenados para ser pilotos. Pericles, el preferido del capitán, se
      pierde en una tormenta espacial, y éste decide salir a buscarlo:
      aterrizaje forzoso mediante, Leo llega al planeta en cuestión. En este sombrío territorio, en el
      que los simios hablan y persiguen a los humanos cual vulgares animales, el
      villano es Thade: Tim Roth, en la que es por lejos la mejor
      interpretación del film, encarna a este militar violento y ambicioso con
      carta blanca para exterminar al protagonista y a los rebeldes que se le
      han unido para ayudarlo a escapar. Entre ellos está Ari (Helena Bonham
      Carter), una chimpancé culta y ¿bella? que defiende la igualdad entre
      las especies. Atraída por Leo y aprovechando la seducción que ejerce
      sobre Thade, guiará al héroe hacia la Zona Prohibida. Ese es el lugar
      del origen de la civilización simia y donde se truncó el destino de un
      mundo en el que los monos han evolucionado. Allí se encuentran todas las
      claves, allí se desarrolla el tramo final. Se ha dicho que Burton no pudo
      impregnar a este nuevo film de su estilo o marca autoral. Podrá
      discutirse si El planeta de los simios es la más o menos personal
      de las películas del director norteamericano. Lo que no cabe discutir es
      su condición de gran espectáculo. El guión es simple, pero el
      despliegue visual, el maquillaje y la música son impresionantes. Y es en
      los intersticios de esa espectacularidad, en lo que se deja entrever pero
      no se muestra, en el humor y en algunas citas y homenajes a la versión
      del ‘68 de donde pueden extraerse los mejores apuntes sobre la
      particular mirada de Burton. También, prestando atención al personaje de
      Ari, tal vez el más parecido a tantas criaturas burtonianas:
      sensibles, inteligentes, diferentes y, por esta razón, señaladas y
      marginadas. Ella asistirá a la verdad de los hechos con Leo, será
      marcada con el signo de los humanos y ya no tendrá un lugar de
      pertenencia. Como contrapartida, al malísimo
      Thade se le revela el mayor secreto de la trama. Y es nada menos que
      Charlton Heston (esta vez en la piel de un simio) el encargado de
      contárselo a su hijo, para luego dejarse morir. Esta y otras
      "libertades" que se toma Burton con relación al original
      convierten a El planeta de los simios en una película disfrutable
      tanto para los memoriosos como para los novatos. Están Heston y Linda
      Harrison (Nova), se repiten ciertas locaciones y algunas frases, los
      acontecimientos se asemejan; pero los personajes han cambiado, los monos
      se han vuelto mucho más salvajes y el comienzo y el –cuestionable–
      final son muy diferentes. En definitiva, el sentido general del film
      apunta hacia otro lado. ¿Que no aporta nada novedoso? Simplemente, Tim
      Burton se ha dado el gusto. Y con él, los fanáticos que admiran su
      genialidad más allá de la disparidad de su obra. Se le pueden criticar
      algunas cosas, pero su planeta de los simios supera al original. Yvonne Yolis     
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