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PLANETA ROJO
(Red Planet)

Estados Unidos, 2000


Dirigida por Antony Hoffman, con Val Kilmer, Carrie-Anne Moss, Benjamin Bratt, Tom Sizemore, Simon Baker, Terence Stamp.



Estamos en el año 2050 y la Tierra agoniza. Hace falta encontrar un nuevo hogar, y para tal fin la comunidad científica creó el Proyecto Terraforming, que consiste básicamente en la plantación de algas productoras de oxígeno en Marte, para así crear un entorno propicio para la vida humana en el planeta rojo. Pero... hay algo que salió mal, muy mal. Por eso, un grupo de seis aeronavegantes es enviado a investigar y solucionar el misterio en cuestión. Tenemos pues a la valiente comandante Bowman (Carrie-Ann Moss), al diestro copiloto Santen (Benjamin Bratt), al infaltable técnico y reparador Gallagher (Val Kilmer), al ex-científico y ahora filósofo Chantillas (Terence Stamp), y a dos civiles: el Dr. Burchenal (Tom Sizemore) y Pettengil (Simon Baker). Al llegar a Marte, el equipo sobrevive al aterrizaje de emergencia que deja a cinco de ellos muy mal parados en la superficie del planeta prometido, mientras que la comandante queda en la aeronave y guía desde allí los movimientos. Lo que el grupo de los cinco no imagina es que Marte bien puede ser un planeta estéril, pero no necesariamente "deshabitado". Tal como reza el slogan del film: "ni un sonido, ni una advertencia, ni una chance, no estás solo".

No es casual que este slogan recuerde al de Alien (1979): "En el Espacio nadie te oye gritar". En parte, porque Planeta Rojo ofrece en su primer tramo claras similitudes con el muy efectivo e ingenioso film de Ridley Scott (como también las tiene con la saga Star Trek, entre tantos otros referentes). Pero todo lo que en Alien estaba más que bien resuelto, aquí en Planeta Rojo quedó sin resolver. La lista de problemas que presenta esta película agotaría a cualquier lector. Apuntaremos sólo algunos de ellos.

Para empezar, aquí no hay construcción ni desarrollo de personajes verosímiles –como sí ocurría en Alien- sino un refrito de estereotipos gastados que ya ni causan gracia, pese a que la mayor parte de las líneas de diálogo que los pobres actores tienen que escupir son risibles. Ejemplo 1: "Me dí cuenta de que la ciencia no podía responder ninguna de las preguntas relevantes. Por eso, desde entonces, me dediqué a la filiosofía para encontrar a Dios", dice Terence Stamp en tono solemne. Más allá del patetismo de la frase, Stamp (excelente actor sin duda) está desperdiciado, inexistente, sólo es usado para repetir este discurso un par de veces y luego desaparece del film. Ejemplo 2: un miembro de la tripulación le dice a otro: "Eres sorprendente. Tu vida está a punto de llegar a su fin y tú aún no puedes aceptar el fracaso". Existencialismo a lo Billiken (o Anteojito, gustos son gustos). Si los personajes no son creíbles, poco puede uno preocuparse por ellos. Y peor aun: ¿cuál puede ser la mejor forma de aniquilar el misterio y el suspenso que una historia como esta pedía a gritos? Explicar, una y otra vez, por qué ocurren todas las anormalidades que los aeronavegantes enfrentan en Marte. Ejemplo 3: súbitamente aparecen unas cucarachas marcianas –raras si las hay– cuya naturaleza es explicada, y su misterio destruido, en un par de minutos por uno de los protagonistas. Cada uno de los episodios que podían generar inquietud en la platea resulta neutralizado por la verbalización. Exactamente al revés que en Alien, donde lo inexplicable y lo fantástico permanecía en el terreno de la duda y la incertidumbre.

Al final de cuentas, Planeta Rojo se perfila como un manual científico pedestre acerca del por qué del caos, de cómo anticiparse a los peligros y superarlos. ¿Será por eso que es un film tan, pero tan aburrido?

Pablo Suárez     


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