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PLANTA 4ª

España, 2003


Dirigida por Antonio Mercero, con Juan José Ballesta, Luis Angel Priego, Gorka Moreno, Alejandro Zafra, Marco Martínez, Mikel Albisu, José Ramón Argoitía.



Digámoslo de entrada: Planta 4ª no es una gran película ni de esas que quedarán en la Historia. Pero transmite algo que la hace digna y sincera en su realización.

De alguna manera una obra de arte siempre tiene relación con lo catártico. Esto no garantiza calidad. Y sin mediación alguna que a veces tiene que ver con el tiempo transcurrido, otras con la distancia reflexiva de la que está dotado el creador, pero siempre con el arte (que no es la vida) difícilmente sea algo más que un vómito que será mejor ocultar a los demás. Planta 4ª está basada en la obra teatral "Los pelones" (pelón: dícese de aquel pelado o rapado al ras), que desarrolla las situaciones reales que atravesó su autor Albert Espinosa (coguionista del film que nos ocupa junto al director Antonio Mercero).

La planta cuarta es el piso de traumatología de un hospital donde transcurren sus días aquellos que padecen cáncer (o esperan su diagnóstico) y han sufrido amputaciones, sobrellevan tratamientos de quimio o intentan rehabilitarse, pero sobretodo viven.

Ante semejante panorama uno supone que los golpes bajos o el melodrama insoportable inundarán la pantalla, y que las lágrimas si uno tiene un ápice de humanidad no aflojarán durante los 100 minutos del metraje. Y aunque no evita esos momentos emotivos que apuntan directo al corazón, hay que destacar que la película está teñida de un humor (negro) que, cuanto menos, asombra, logrando distinguirla de sus símiles hollywoodenses, aunque maneje sus mismas tipologías.

Los enfermos son adolescentes con deseos, fuerza, celos, ganas, amores, espíritu de grupo, hambre de triunfo, y nada de eso se deja de lado o se pule en la narración para derrapar en el manual de autoayuda o en la historia de vida y superación previsible. Ahí están, como prueba, las escenas del reto a duelo que deviene en destructiva carrera en sillas de ruedas, o las de las pesas de las que se cuelga algún personaje que busca venganza y deja el muñón de otro elevado más allá de lo que la corrección política imperante permitiría.

Un grupo protagónico de lucida intervención (la mayoría sin experiencia actoral) asume los roles estereotípicos y necesarios para hacer avanzar la trama hacia diferentes situaciones (el primer amor de Dani; Jorge y el temor ante el resultado de su análisis; el resentimiento de Miguel Angel con su padre; el componedor Izan, recolector y especie de narrador de estas historias), pero no abandona jamás ni la ironía ni las burlas, ni ninguna de las características de los jóvenes de su edad.

Más allá de la comercial intervención del grupo español de moda Estopa en un cierre musical de fiesta (que si bien se viene anunciando, a lo largo de la trama, en varios momentos como gag, resulta demasiado casual), no existen forzados finales felices para nadie en este film. Entramos in media res en este hospital para irnos con historias que, en general, no acaban. Hay quien se muere, quien se alegra de no estar enfermo ante quien sí lo está, quien sigue luchando, y lo rescatable es la decisión asumida de no tratar a los enfermos terminales como víctimas o pobrecitos para con quienes sólo se puede tener conmiseración, lástima o compasión. Sentimientos terribles que (mal) hablan más de quien los siente que de quien los recibe. Hasta la escena del médico malo resulta con su violencia verbal algo no esperable y que permite reflexionar sobre métodos, actitudes, humanidad y buenos sentimientos.

A pesar de su nula innovación formal y del humor un poquitín televisivo a tono con tantas pandillas juveniles que hemos padecido, Planta 4ª entrega vida en dosis generosas, con un tema duro y sin ofrecer falsas esperanzas.

Javier Luzi      


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