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POSESION
(Possession)

Estados Unidos, 2002


Dirigida por Neil LaBute, con Gwyneth Paltrow, Aaron Eckhart, Jeremy Northam, Jennifer Ehle, Lena Headey.



Hasta ahora, la filmografía de LaBute resultaba acorde a los parámetros del cine independiente, con sus variaciones sobre el tema del poder, el sexo y el dinero, siempre abordados en clave de oscura misantropía. Incorporado al sistema institucional de las grandes productoras de Hollywood, su última película se aleja radicalmente del tono áspero que había logrado con En compañía de los hombres, y construye un film romántico, en parte de época, un melodrama clásico que presenta dos historias narradas paralelamente.

En nuestros días y en Inglaterra, un poeta yanqui (Aaron Eckhart, habitué en el cine de LaBute) y una académica inglesa (Gwyneth Paltrow) se unen para investigar una correspondencia oculta entre dos poetas de la era victoriana: Randolph Henry Ash (Jeremy Northam) y Christabel LaMotte (Jennifer Ehle), cuya relación íntima había permanecido ignorada hasta el presente. Como dos detectives, los intelectuales van siguiendo las pistas que los conducen hasta una historia de amor adúltero para ambos escritores, ya que él era un hombre casado, modelo de monogamia y hasta culpado de misoginia, y ella –una feminista progre– tenía también una relación muy firme y duradera con una mujer, pintora prerrafaelista. De confirmarse este vínculo, la revelación conmovería el mundo de las letras. Se establece entre ambas parejas un paralelismo que no es sólo narrativo, sino que también está presente en las características de los personajes: la condición de gay del poeta yanqui y el noviazgo que la profesora mantiene con un colega no impiden que ambos se sientan mutuamente atraídos, y si su viaje de investigación sigue los pasos de los amantes de otrora, los modernos también están al borde de reproducir sus gestos amorosos. De donde la posesión de las cartas tanto tiempo ocultas deriva en la posesión del espíritu de los amantes.

Basada en una novela premiada de Antonia Byatt, la película despliega las distintas escalas de esa investigación alternándolas con flashbacks del romance decimonónico. En algunos momentos, el pasaje del pasado al presente, y viceversa, se realiza en la misma toma: la cámara no hace más que girar sobre su eje, captando a las dos parejas en la misma habitación, o a ambos lados de una calle.

En una articulación constante de similitudes y contrastes, la narración avanza como en Las horas oscilando entre distintos tiempos históricos, aunque no se vale de este recurso para elaborar una reflexión sobre el tiempo, sino para mostrar de qué manera las historias funcionan especularmente, la una reflejada en la otra.

Una subtrama totalmente innecesaria, narrada con trazos gruesos y personajes estereotipados, abre el interrogante de si acaso los protagonistas tienen más derecho que una universidad yanqui a la posesión de esas cartas. Signo del progresivo dominio de Europa por parte de los norteamericanos: "Ustedes son nuestra mejor colonia" dice el poeta de New York al bibliotecario del Museo Británico, donde se guardan las posesiones que el imperio acumuló de otros países.

Vale aclarar que tanto Ash como LaMotte son personajes ficcionales, creados por Byatt, quien también inventó las cartas y poemas citados, inspirándose en la vida y obra de distintos literatos victorianos.

Como en sus films anteriores, LaBute cuestiona la posibilidad del amor y la relación entre éste y la sexualidad. Aunque paralelos, ambos romances no tienen la misma cualidad. Todo parece sugerir que amores verdaderos eran los de antes, que hoy al amor le falta compromiso, que las represiones son mayores ahora de lo que fueron en la era victoriana.

La película se desarrolla como un thriller, con misterio e intriga, y también como melodrama y film de época. Pero así como navega de un tiempo a otro, de un género cinematográfico a otro, no termina por plasmar ninguno. La pareja contemporánea nunca llega a convencer, tal vez porque tanto Paltrow como Eckhart no parecen tampoco convencidos de sus roles; se los ve incómodos aquí. Esta es la primera incursión de LaBute en el romanticismo. Personalmente, prefiero su ácida y calculadora mirada sobre la sociedad contemporánea, que funciona mejor en sus otros films.

Josefina Sartora      

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