Hasta ahora, la
filmografía de LaBute resultaba acorde a los parámetros del cine
independiente, con sus variaciones sobre el tema del poder, el sexo y el
dinero, siempre abordados en clave de oscura misantropía. Incorporado al
sistema institucional de las grandes productoras de Hollywood, su última
película se aleja radicalmente del tono áspero que había logrado con En
compañía de los hombres, y construye un film romántico, en parte de
época, un melodrama clásico que presenta dos historias narradas
paralelamente.
En nuestros días y
en Inglaterra, un poeta yanqui (Aaron Eckhart,
habitué en el cine de LaBute) y una académica inglesa (Gwyneth Paltrow) se
unen para investigar una correspondencia oculta entre dos poetas de la era
victoriana: Randolph Henry Ash (Jeremy Northam) y Christabel LaMotte
(Jennifer Ehle), cuya relación íntima había permanecido
ignorada hasta el presente. Como dos detectives, los intelectuales van
siguiendo las pistas que los conducen hasta una historia de amor adúltero
para ambos escritores, ya que él era un hombre casado, modelo de monogamia y
hasta culpado de misoginia,
y ella –una feminista progre– tenía también una relación muy firme y
duradera con una mujer, pintora prerrafaelista. De confirmarse este vínculo,
la revelación conmovería el mundo de las letras. Se establece entre ambas
parejas un paralelismo que no es sólo narrativo, sino que
también está presente
en las características de los personajes: la condición de gay del poeta
yanqui y el noviazgo que la profesora mantiene con un colega no impiden que
ambos se sientan mutuamente atraídos, y si su viaje de investigación sigue
los pasos de los amantes de otrora, los modernos también están al borde de
reproducir sus gestos amorosos. De donde la posesión de las cartas tanto
tiempo ocultas deriva en la posesión del espíritu de los amantes.
Basada en una
novela premiada de Antonia Byatt, la película despliega las distintas
escalas de esa investigación alternándolas con flashbacks del romance
decimonónico.
En algunos momentos, el pasaje del pasado al presente,
y
viceversa, se realiza en la misma toma: la cámara no hace más que girar
sobre su eje, captando a las dos parejas en la misma habitación, o a ambos
lados de una calle.
En una articulación
constante de similitudes y contrastes, la narración avanza
–como
en Las horas–
oscilando entre distintos tiempos históricos, aunque no se vale de este
recurso para elaborar
una reflexión sobre el tiempo, sino para mostrar de qué manera las historias
funcionan especularmente, la una reflejada en la otra.
Una subtrama
totalmente innecesaria,
narrada con trazos
gruesos y
personajes estereotipados, abre el interrogante de si acaso los
protagonistas tienen más derecho que una universidad yanqui a la posesión de
esas cartas. Signo
del progresivo dominio de Europa por parte de los norteamericanos:
"Ustedes
son nuestra mejor colonia"
dice el poeta de New York al bibliotecario del Museo Británico, donde se
guardan las posesiones que el imperio acumuló de otros países.
Vale aclarar que
tanto Ash como LaMotte son personajes ficcionales, creados por Byatt, quien
también inventó
las cartas y poemas citados, inspirándose
en la vida y obra
de distintos literatos
victorianos.
Como en sus films
anteriores, LaBute cuestiona la posibilidad del amor y la relación entre
éste y la sexualidad. Aunque paralelos, ambos romances no tienen la misma
cualidad. Todo parece
sugerir
que amores verdaderos eran los de antes, que hoy al amor le falta
compromiso, que las represiones son mayores ahora de lo que fueron en la era
victoriana.
La película
se desarrolla como un thriller,
con
misterio e intriga, y también como melodrama y film de época. Pero así como
navega de un tiempo a otro,
de un género cinematográfico a otro, no termina por plasmar ninguno. La
pareja contemporánea nunca llega a convencer, tal vez porque tanto Paltrow
como Eckhart
no parecen tampoco convencidos de sus roles;
se los ve incómodos
aquí.
Esta es la primera incursión de LaBute en el romanticismo.
Personalmente, prefiero su ácida y calculadora mirada sobre la sociedad
contemporánea, que funciona
mejor en sus otros films.
Josefina Sartora
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