A estas alturas de la
historia resulta bien conveniente hacer autocrítica, intentar analizar los
tropiezos, los empujones, las zancadillas y los trastazos que la economía o
la política han propinado a la Argentina. Conviene mirar hacia atrás, con la
menor ira posible, y emplear el cine como medio en el que plasmar la
reflexión, mostrar al público aquello que salió mal, aquello que no salió
tan mal, y cómo ir tirando después de lo ocurrido en este país sobre todo en
los últimos cinco, diez años. El apunte que efectúa Nicolás Tuozzo en
Próxima salida contempla un reflejo de las consecuencias en los más
afectados (que, como siempre, son los más débiles) por la privatización de
los ferrocarriles argentinos en la década de los ochenta.
Tuozzo se
posiciona en ese conflicto del lado de los trabajadores que sufrieron en
primera persona, junto a sus familias, el hecho de que, prácticamente de un
día para el otro, sus puestos de trabajo resultaran tan caprichosamente
prescindibles. Las líneas férreas argentinas tenían en esa época una
extensión de unos 100 mil kilómetros y en ellas trabajaban nada menos que
alrededor de 80 mil personas. Veinte años después, y debido –dice Tuozzo–
fundamentalmente a las políticas de privatizaciones y a la crisis económica,
ambas cantidades se han reducido a 20 mil kilómetros y 20 mil trabajadores.
La historia que pretende narrar Tuozzo es la de algunos de esos 60 mil
hombres que un día se quedaron sin trabajo después de toda una vida dedicada
a los trenes. Lo hace además apoyándose en un reparto de garantías:
Darío Grandinetti, Ulises Dumont y Valentina Bassi encabezan la lista de
actores que se meten en la piel de algunos de estos trabajadores que fueron
despedidos tras la decisión de privatizar los ferrocarriles.
El film
tiene el siguiente slogan: "No podrán cerrarnos todos los caminos". Una
consigna de rebeldía, un llamamiento a la no rendición, un grito (en el
estilo del emitido en España por Fernando León de Aranoa con su celebrada
Los lunes al sol) de solidaridad de clase que, lamento agregar, no es
más que un grito, no es más que una consigna pintada en un papel. Al menos
si nos atenemos a lo que Tuozzo ha conseguido reflejar finalmente en su
película.
Tenemos en
Próxima salida la historia de un ex ferroviario joven, con un niño
pequeño enfermo, que acaba colocándose como guardia de seguridad en un
supermercado; tenemos a otro que no es capaz de superar su desocupación
forzada, y se encarga de ir carcomiendo, a la vez que su propia moral, su
hogar y su familia; tenemos a otro que tampoco lo supera, pero se empecina
en permanecer, aunque sea en soledad, en la factoría; otro se hace taxista;
un quinto, atracador. Tuozzo desarrolla, con un ritmo estándar y muy poco
imaginativo en cuanto a la puesta en escena, las historias separadas de
estos cinco personajes, y sus idas y venidas, encontronazos con un
sindicalista corrupto y demás asuntos, hasta hacerlos confluir en una
situación que queda sin resolver (pese a que Tuozzo –intuyo– sí quería
resolverla). Esa consigna rebelde y solidaria a la que hacía referencia más
arriba surge de una manera tan naïf, tan feble y, pese a ello, tan
sobredimensionada, que al espectador sólo le llega la sensación de que el
mensaje que incluía de movida Tuozzo es muy bonito... pero su
película dice poco menos que lo contrario. No quisiera estropear el
desenlace del film –que es decepcionante, cuando no lastimoso– pero no puedo
creerme que la idea de que los obreros no deben rendirse ante las diferentes
coyunturas económicas se reduzca a un paseo en tren por una vía muerta a
cargo de unos representantes de unas nuevas generaciones que, efectivamente,
son (somos) hijas de las privatizaciones, de los despidos y de la injusticia
social. O se trata de una crítica devastadora e inmerecida a mensajes
socialistas –cosa que no creo–, o es un desatino considerable. Desde luego,
poco que ver con ese "No podrán cerrarnos todos los caminos".
Próxima
salida tiene que ver,
como ya he dicho, con el cine de León de Aranoa, al que también se le puede
acusar de pretender más el asentimiento del espectador afectado (incluso
implicado parcialmente con la causa que retrata, como es mi caso) que la
denuncia de sus orígenes, o la denuncia de la insolidaridad de las clases
más desfavorecidas. Y es que, no olvidemos que León de Aranoa, y ahora
Tuozzo (en tercera generación, con lo que ello conlleva de simplificación de
posturas y de puntos de partida), parten del cine del último Ken Loach.
Películas del veterano inglés como The Navigators (también con el
trasfondo de una cuadrilla de trabajadores ferroviarios) contienen en la
misma medida las buenas intenciones que tantos cineastas pretenden mostrar
en sus películas. También ocurre aquí, en Próxima salida. Sin
embargo, al espectador no le queda más que la sensación de que el "cine de
obreros" se está convirtiendo en un género de evasión para las clases más
acomodadas y medianamente concienciadas socialmente. Y por eso debe
ser denunciado más que como cine comprometido, como cine de entretenimiento
moralmente muy cuestionable, que no debería realizarse tan a la ligera.
Rubén Corral
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