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QUE ABSURDO ES HABER CRECIDO

Argentina, 1999


Dirigida por
Roly Santos, con Gustavo Garzón, Leo Maslíah, Laura Melillo, Jean-Pierre Reguerraz, Ernesto Torchia.



Qué absurdo es haber crecido
concretó una rara hazaña. La de conjugar, en el nuevo siglo, casi todos los vicios que el cine argentino visitó a lo largo de su historia –especialmente el subrayado temático y la torpeza dramática– con diálogos desopilantes y un planteo argumental que roza picos tragicómicos... no siendo una comedia sino un "thriller dramático". Vean si no.

Un bioquímico, Marcos (Gustavo Garzón), decide establecerse en un pequeño pueblo del interior, adonde consiguió trabajo. Ahora forma parte del plantel de una importante planta industrial, rubro laboratorios, parte de una multinacional cuya sede central se encuentra en Filadelfia. No voy a decirles que el único empleado de esta importante planta es el propio Marcos porque no me lo van a creer.

La cuestión es que su jefe lo manda –y a partir de aquí me esforzaré por ser textual– a abaratar el costo de producción del "coadyuvante" de una vacuna para las vacas. Ahora escuchen porque esto no tiene desperdicio: la vacuna en realidad no es para las vacas, sino para paliar una epidemia de rabia que hace estragos entre unos mapaches de Norteamérica. Esto puede saberse de boca de un enviado de la casa central que vino de Filadelfia para farfullárselo (en mal inglés) al jefe de Marcos mientras les disparan a unos ciervos (tranquilos, que ningún animal salió dañado de la filmación). Los yanquis, cuándo no, presionan para que se apuren los trámites. Entretanto, Marcos descubre que el mencionado "coadyuvante" es agua de la canilla. Sí: ¡la empresa le paga un sueldo para que abarate el costo del agua!

Lo que queda por delante es virtualmente surrealista. Y digo virtualmente porque no llega a serlo, desde ya, así como tampoco nada llega a ser para la risa, empezando por los fragmentos animados por Leo Maslíah. Que sigue siendo un tipo talentoso, pero claro: ¿quién no se va al bombo como comic relief en un contexto como este? ¡Si lo más cómico es el resto!

Y sigo. Resulta que con o sin agua y más allá de su costo, la dicha vacuna siembra el asma, y hasta la viruela, entre los lugareños. A las pruebas me remito: mientras unos peones se pasean con la cara llena de granitos, otros parroquianos tosen como condenados. Las vacas, en cambio, no acusan dolencia alguna, seguramente porque hacerlas toser es mucho más complicado (y plantarles granos, más caro). En fin.

Otro muy maltratado (ya no digamos desaprovechado) por el director y guionista Roly Santos es el propio Garzón. La película está llena de flashbacks, correspondientes a los años mozos de su personaje, que con el de Maslíah y el de Laura Melillo conforman una suerte de triángulo amoroso. Esta veta romántica es casi tan inconsistente como la thrillerística.

A propósito: en un flashback puede verse al joven Garzón (¡que no se parece a Garzón pero es igualito a Ignacio Copani!) a la salida del colegio secundario, repartiendo volantes para una fiesta a beneficio... de los "inundados del Litoral". Corren los años de plomo de la última dictadura militar. Ahora viene la frutilla: los volantes son del Centro de Estudiantes... ¡¡¡de un elegantísimo colegio privado!!! ¿Nadie le dijo a Roly que en esa época ningún colegio de esos tenía centro de estudiantes?

¡Socorro!

Guillermo Ravaschino      


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