HOMEPAGE
ESTRENOS
VIDEOS
ARCHIVO
MOVIOLA
FORO
CARTELERA
PRENSA
ACERCA...
LINKS















RANCHO APARTE

Argentina, 2007


Dirigida por Edi Flehner, con Leandro Castello, Luz Palazón, Mercedes Scapola.



A todos los que amamos el cine y concurrimos a las salas semanalmente nos gusta ver los avances de los futuros estrenos. Detrás de esas publicidades hay una lógica creativa propia, muchas veces distinta a la de la película que anuncian. No es el caso de Rancho aparte, como ya veremos, pero su trailer fue singular porque en lugar de mostrarnos únicamente imágenes del film, como sucede en casi la totalidad de los casos, presentó a distintas figuras del ambiente artístico hablando en forma positiva del mismo y hasta primeros planos del rostro emocionado o alegre de algunas de ellas mientras asistían a su proyección.

Si las reacciones fueron verdaderamente filmadas en el momento en que miraban la película, o no, es algo que el trailer no aclara por la falta de un plano general que nos permita constatar la presencia de espectador célebre y film compartiendo tiempo y espacio. Pero no digo esto porque desconfíe de las opiniones vertidas (aunque las mismas eran tan vagas que pudieron ser declamadas sin necesidad de ver el film), sino para señalar una falta de sentido cinematográfico que se hará extensiva a la propia película.

Ese avance comete dos pecados: no confía en la sola capacidad de las imágenes que integran el film para ganarse a los potenciales espectadores y, además, es feo, televisivamente chato, esencialmente verbal y descaradamente promocional. Leticia Brédice, Carolina Peleritti, Graciela Borges y Gastón Pauls desfilan por él alabándole sin reticencias, queriéndonos contagiar el entusiasmo que la película parece haberles causado. Inmediatamente después de ver el avance, tuve la sensación de que Rancho aparte podría ser un film moderadamente exitoso; una vez vista la película, tengo la certeza de que si ello sucede habrá que atribuírselo al facilismo conductista del avance y a la credulidad del público.

Un elemento central del trailer fue la preponderancia del actor en detrimento del plano, y lo mismo sucede en la película, acaso como consecuencia de su filiación teatral. De hecho, el film de Edi Flehner es la adaptación de una obra escrita por Julio Chávez, pero nunca llega a ser, en realidad, un film propiamente dicho, en parte porque ignora que en cine el actor es un elemento más de la puesta en escena, y supone que adaptar una pieza teatral sólo consiste en agregar algunos exteriores para darle aire. Siguiendo al pie de la letra el manual de la adaptación teatral automática que Truffaut ya denunciara en 1954 para ratificar la especificidad del cine, los exteriores de Rancho aparte, con sus luces saturadas produciendo efectos de aura sobre objetos y personas similares al foco de un reflector en el escenario, son más artificiales que un decorado y respiran menos vida que una mesa de luz.

La misma falsedad atañe a los personajes: no promueven identificación alguna con sus destinos... porque no los tienen. Son estereotipos verbales, entes de palabra, una suma de lugares comunes que promueven, a lo sumo, una identificación costumbrista, prejuiciosa y genérica. Tal como sucede con los testimonios de los actores-espectadores del trailer, que en lugar de aportarnos una mirada singular sobre el film se limitan a decirnos lo mucho que les gustó sin explicarnos por qué, como dando por sentado que esa opinión, por el sólo hecho de aparecer en sus bocas, ha de ser la nuestra.

Así llegamos a un mecanismo perverso compartido por película y trailer. En este los actores juegan a decir las mismas generalidades que diría un hipotético espectador promedio, juegan a ser los pares del espectador disimulando la influencia mediática que tienen sobre el mismo. A su vez, el gesto demagogo del film consiste en situarse por encima de los personajes, reduciéndolos a un conjunto de clisés capaz de ser reconocido sin esfuerzo por cualquier espectador, pero no demasiado cercano como para incomodar o cuestionar su punto de vista. Es por eso que lo que les pasa a Susana y Tulio en su viaje desde San Luis a la casa de la hermana de aquel en Barrio Norte no nos importa en lo más mínimo.

En principio, porque nada sucede en la película, que en sus tres cuartas partes es un ajuste de cuentas dialogado con pretensiones alegóricas, pero sobre todo porque los personajes no tienen espesor ni relieve alguno: son marionetas obligadas a representar los roles del pajuerano imbécil y la concheta amargada, por los que no podemos sentir otra cosa que pena y rechazo respectivamente. De esa manera, el espectador pasa a ser un rehén de las tendenciosas opiniones del film, como si se tratara de un chico al que le dijeran lo que está bien y lo que está mal, quién es el malo y quién es el bueno, cuándo tiene que reírse y cuándo llorar, impidiéndole pensar y sentir por sí mismo. El cine está para otra cosa pero, claro, esto es cualquier cosa menos cine: escenario, púlpito, set de televisión, spot publicitario.

Marcos Vieytes      


Enviá tu crítica al Foro