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REYES Y REINA
(Rois Et Reine)

Francia, 2004



Dirigida por Arnaud Desplechin, con Emmanuelle Devos, Mathieu Amalric, Catherine Deneuve, Maurice Garrel, Nathalie Boutefeu, Magalie Woch.



Reyes y reina narra las historias paralelas de una ex pareja: Nora, con un hijo de su primer matrimonio y a punto de unirse a un hombre por tercera vez, descubre que su padre sufre un cáncer terminal y le quedan pocos días de vida. Ismaël, violinista fracasado y segunda pareja de Nora, se ve obligado a internarse en un hospital psiquiátrico por pedido de terceros cuya identidad no le ha sido revelada, mientras atraviesa una crisis económica cuyas ramificaciones emocionales aún desconocemos. Del cruce de ambas historias se nutre el relato. La de Nora (Emmanuelle Devos) vira cada vez más hacia el melodrama, mientras que la de Ismaël (Mathieu Amalric) permanecerá mucho más cerca de la comedia. El talento del director Arnaud Desplechin consiste en desarrollar ambos géneros en contrapunto, provisto de un montaje vertiginoso que corta filosamente, impidiéndole al espectador adoptar las convenciones de uno o de otro.

A su vez, el desarrollo de ambas co-tramas se complejiza más y más a medida que avanzan los minutos, atravesando límites insospechados, tanto en la psicología de los personajes y en las acciones y situaciones que movilizan la trama, como en su dimensión espacio-temporal. Desplechin incorpora recuerdos, sueños y secretos en el montaje interno del plano, juega con la apariencia física de los personajes, el tamaño de los objetos y los formatos de expresión artística –un libro autobiográfico, un video– para evitar que los saltos temporales disuelvan la cercanía emocional del espectador respecto de los personajes y la situación presente. En medio de semejante híbrido sobrevuelan diversas referencias genéricas y culturales.

En el fondo, lo que logra el cineasta es transitar el fino límite entre lo cómico y lo trágico, exacerbando las características de ambos territorios sin privilegiar nunca uno sobre el otro. Para ello resultan indispensables los aportes de un elenco sin fisuras, con Devos y Amalric a la cabeza. Se podría objetar la duración del film (exactamente dos horas y media), pero hay que admitir que su extensión forma parte de la diversidad de recursos formales que le permiten al realizador, mediante la exageración y combinación de convenciones, trascender las reglas genéricas y sorprender (y desafiar) constantemente a la platea.

A Desplechin se lo menciona como uno de los directores más interesantes del actual cine francés. Sin embargo, este es el primer estreno local de una de sus películas… aunque el concepto de estreno se ha visto alterado últimamente con películas que, como ésta, llegan a la pantalla grande de una sala comprimidas en un DVD. El dilema es claro: sin esta modalidad de estreno –mucho más económica–, es muy probable que Reyes y reina hubiese corrido la misma suerte que el resto de la filmografía de este director. Con su estreno en este formato (y en una sola sala, el Cosmos), se sigue consolidando una modalidad que nos acostumbrará a ver muchas de las películas más interesantes del cine actual en un nivel de calidad notablemente inferior al que es posible y deseable.

Las privaciones son claras: mientras escribo esta crítica recuerdo una excelente escena de Reyes y reina en la cual Nora llora con su hermana por teléfono la agonía de su padre. El personaje está sentado en el suelo, la cámara toma a Emmanuelle Devos desde la altura a la que ella se encuentra, y el plano se completa con una mesa con sillas, que por decisión formal del director se nos presenta enorme, abarcando casi toda la pantalla. Nora siente la inminente muerte de su padre y sufre una regresión emocional que la hace volver a sentirse una pequeña niña indefensa, un hecho absolutamente inusual en el comportamiento de su personaje, que el director resalta con esa precisión en la puesta en escena.

Puedo describir –sin otro freno que mis propias limitaciones– esta elección estética. Pero no puedo escribir nada que tenga que ver con la paleta cromática del film. La calidad del estreno no lo permite. Si Desplechin es tan hábil para insuflarle poderío dramático a los colores tanto como a los objetos, nos estamos perdiendo una buena parte de la calidad artística de la película; está acotada su llegada –emocional y/o intelectual– al espectador. Si J. Aumont y M. Marie en su "Análisis del Film" bramaban taxativamente en 1988 que “a Cleopatra, de Joseph L. Mankiewicz, hay que verla en cine de 70 mm”… hoy la situación parece haber empeorado notoriamente.

No se trata de levantar el dedo contra quienes estrenan así (¡al menos hay quienes tienen interés en estrenar este cine!). Pero sí de no conformarnos con esta modalidad, de demandar reglas que no sólo protejan a los cineastas locales, sino también a los espectadores, permitiéndoles acceder a una mayor diversidad de estrenos en las mismas condiciones de calidad.

Ramiro Villani      

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