La génesis de Romeo debe morir no deja de
ser una práctica conocida dentro de la industria del cine. Dado que Jet Li es un
indiscutible maestro de varias artes marciales, y toda una estrella cinematográfica en
sus pagos, el productor norteamericano Joel Silver se encargó de fabricar un vehículo
que le permitiera expandir su figura. De hecho, ésta fue una condición del propio Jet
Li, tras haber aceptado tomar el papel del villano en Arma Mortal 4, también
producida por Joel Silver. Para redondear esta operación, se buscó a la sensual cantante
Aaliyah para introducir el costado romántico y, de paso, promocionar su rostro y su voz.
Si bien no es éste el mejor punto de partida para hacer una película, tampoco esto
significa que de aquí no pueda surgir algo bueno. Pero ya hay una cierta
"jurisprudencia": la mayor parte de las películas industriales pensadas
fundamentalmente como vehículos para promover la incorporación a Hollywood de figuras
poco conocidas en Estados Unidos, y condimentadas con la presencia de una cantante de
moda, han sido insustanciales, débiles, carentes de historias fuertes y modos narrativos
atractivos. Y Romeo debe morir no es la excepción a la regla.
Si bien las secuencias de acción son impecables, tanto en su diseño como en su
ejecución, son pocas y cortas, demasiado cortas como para darle al film la intensidad y
la fuerza que requiere. No hubo la voluntad de tornar la violencia en un hecho estético,
como la hay en la obra de Quentin Tarantino, Walter Hill o Sam Peckinpah. La muy forzada
historia de amor tiene un desarrollo tan precario como pueril, sin esa química entre los
amantes que toda historia de amor merece. Lo mismo ocurre con la construcción de los
personajes: son personajes de comic, pero de un comic muy esquemático y trillado.
Como si esto fuera poco, la trama tiene numerosas e insignificantes vueltas de tuerca
que intentan mantener la atención del espectador... provocando el efecto contrario.
Después de la primera media hora de película, cuando todo lo que hay para mostrar ya se
mostró, la redundancia y la repetición son ineludibles. Y el aburrimiento también.
Evidentemente, la suma de costosos efectos especiales, el cuidado obsesivo en la
fotografía y en el diseño de producción no compensó la muy notable ausencia de un
guión que explote con oficio y destreza los mecanismos del cine de género.