HOMEPAGE
ESTRENOS
VIDEOS
ARCHIVO
MOVIOLA
FORO
CARTELERA
PRENSA
ACERCA...
LINKS















LA SAL DE LA VIDA
(Politiki Kouzina)

Grecia, 2003


Dirigida por Tassos Boulmetis, con Georges Corraface, Ieroklis Michaelidis, Renia Louizidou, Stelios Mainas, Tamer Karadagli, Yannis Firios, Markos Osse
.



Fanis Iakovides, cuarentón profesor de Astronomía, recibe la noticia: su abuelo, a quien no ve desde hace años, viajará a visitarlo desde Estambul. Este es el punto de partida para que, mediante una serie de flashbacks (recuerdos del protagonista), conozcamos su infancia y adolescencia, intercaladas con los conflictos existenciales a los que se enfrenta en el presente.

Una estructura simétrica y prolija ordena los acontecimientos en tres saltos al pasado que corresponden a sendas comidas: entrada, plato principal y postre (principio, nudo y desenlace). La tensión en Estambul entre turcos y griegos enmarca la vida de la familia Iakovides, víctima de la deportación, el desarraigo y la discriminación; la voz en off del protagonista comenta los sucesos desde su perspectiva: su relación con Saime, una niña turca de la cual está enamorado, las lecciones de su abuelo (que mezclan la "astronomía" con la "gastronomía"), los rituales de la cocina bajo la creencia (que recuerda a Como agua para el chocolate, entre otras películas) de que las especias usadas en la comida pueden alterar un estado de ánimo o profundizar un vínculo (por ejemplo, la canela, se dice, hace que las personas se miren a los ojos).

La figura del abuelo, fundacional en la historia del niño Fanis y su visión del mundo, se vuelve mítica y ausente cuando el resto de la familia debe emigrar a Grecia. Allí toman forma hechos dramáticos (los griegos, en su patria, son tratados como extranjeros indeseables) que no resultan sofocantes ya que todo se cuenta bajo el tamiz del género de la comedia. Por otra parte, el ritual de las recetas tradicionales (con sus efectos casi mágicos) y los simpáticos (y a veces extravagantes) miembros de esta familia griega configuran un tipo de film griego for export, en donde todo tiende a volverse "pintoresco".

Plagada de frases que funcionan como sentencias de vida, la voz en off afirma, ya en la primera escena, que lo que hace diferente a una historia, como a una comida, es su presentación. El director, consciente de esto, otorga a la película una fotografía y una puesta en escena que van de la mano con el tono nostálgico de la historia: predomina el color sepia, y cada encuadre está pensado para conmover al espectador metiéndolo en la intimidad de los personajes o en lo imponente de aquellos paisajes lejanos e históricos que adquieren la apariencia de gigantescas postales de época. Por momentos, el énfasis en lo estético hace que el espectador se de cuenta del universo creado (la sensación de que eso no "sucede" sino que "lo pusieron ahí"), como ocurre con ciertos paraguas rojos que resaltan en medio del gris o con algunos efectos de posproducción que, en lugar de acercarnos a la subjetividad del protagonista, nos alejan de la ficción. Como dicen los personajes de manera recurrente, para saber cocinar hay que saber ocultar algunas cosas; a veces, para hacer una película también.

La ambientación de época está trabajada, como toda la película, prolijamente; también es atinado el casting, que construye una sólida verosimilitud sobre los personajes a través del paso de los años.

La receta recuerda a Cinema Paradiso del italiano Giuseppe Tornatore: su estructura drámatica y temporal, el clima nostálgico evocativo de la infancia, la tierna relación entre el anciano sabio y el niño ingenuo. También en La sal de la vida Fanis debe volver a su ciudad natal como el Ulises que va en busca de su propia identidad. En Estambul encontrará sorpresas, algunos golpes y oportunidades que incluyen el reencuentro con el amor de su infancia. Retomando aquellas enseñanzas del abuelo, el protagonista se planteará la forma de "condimentar su vida"; de darle un sentido a su solitario presente. Sin (intentar) asumir ningún riesgo, la película emociona y hace sonreír; el trasfondo doloroso siempre presente en cualquier tipo de exilio queda "oculto" como las cebollas en la carne asada, según la fórmula tradicional.

Sonia Budassi      


Enviá tu crítica al Foro