La
comedia romántica es, sin lugar a dudas, toda una institución. Adorada por
el público y, salvo contadas excepciones, denostada por la crítica que busca
profundidades. Sin embargo, la fórmula "chico busca chica" o su
reverso (o en estos tiempos –aunque todavía no tanto–, ya sin la necesidad
de variar el género sexual) es de un grado de universalidad que difícilmente
pueda evitarse en algún pasaje de los otros géneros cinematográficos. Hubo
un tiempo que fue hermoso para los fanáticos de este rubro, pero hacía
bastante que no aparecía un título para recordar. Y si bien Se busca
pareja no es perfecta ni mucho menos, es una digna exponente para estos
tiempos que corren.
Sarah (Diane
Lane) pasó la treintena, es maestra jardinera, se ha divorciado y está sola.
Mala conjunción de factores, piensa su familia. Fotos, compañeros de
trabajo, parientes lejanos, cualquier posibilidad es atendible y debe ser
tenida en cuenta. Hasta que Carol (Elizabeth Perkins) y Christine (Ali
Hills) –las preocupadas y divertidamente entrometidas hermanas– vuelven más
real la búsqueda. El mundo ampliado de Internet tiene que demostrar que
sirve para acortar las distancias. Y ahí está el sitio PerfectMatch.com para
hacerlo. Después de negarse, Sarah se anima a esas citas que están por
encima de los encuentros a ciegas pero tampoco ofrecen ninguna seguridad
plena. Y cuando la rueda de posibles candidatos parece reafirmar su
"soltería", aparece Jake (John Cusack) –sumado sin su conocimiento a los
encuentros de la red por su amigo Charlie (Ben Shenkman)– y, entre perros,
malentendidos y esperanzas, algo podrá ocurrir. Claro que Jake arrastra su
ruptura reciente y sus miedos y fobias, y que Bob (Dermot Mulroney), el
padre de unos de sus alumnitos, recién separado y todo un playboy, también
parece interesarse en la chica... y que Bill (Christopher Plummer), su padre
viudo, no para de coquetear con cuanta mujer se le cruce y una de ellas
(Stockard Channing) la tomará de confidente. Y la vida se parece demasiado a
una película... ¿o era al revés?
Lejos de toda
originalidad (¡es una de amor, después de todo!), la cinta abreva en sus
predecesoras y suma homenajes por doquier. Recurre a Internet como Tienes
un e-mail, al recitado de un poema de Cuatro bodas y un funeral,
al amor obsesivo por un film de Sintonía de amor, a la familia
preocupada por la soledad de uno de sus miembros de Notting Hill, a
la escena de baile de El objeto de mi afecto, a los testimonios a
cámara de Cuando Harry conoció a Sally, a la aparición del tercero o
el amigo gay de La boda de mi mejor amigo. Pero todo sumado a un
guión inteligente (de Gary David Goldberg, además director y productor) que
actualiza, sin cinismo y poniéndole el cuerpo, la problemática del amor en
una época descreída y de inmensas soledades que jamás se asumen como tales.
Aunque tampoco pueda evitar ciertos baches narrativos o casualidades
"demasiado" casuales: no me pregunten de qué viven algunos personajes o para
qué están otros o a qué se debe la compulsión de Sarah por aparecer, de
repente, como otras que nunca será ni condicen con el armado de su
personalidad y, definitivamente, lo de los perros es bastante adyacente.
Aun así, los
obstáculos y las relaciones entabladas jamás escapan hacia lo puramente
ficcional, o inconcebible fuera de la pantalla, sino que se mantienen
dentro de los parámetros de una realidad plausible que realza la empatía
y la cercanía del espectador y sus propios conflictos (allí está como prueba
la carrera loca para comprar un preservativo y su resolución). Esta decisión
por construir un amor "terrenal" es un acierto y también lo es la
construcción de personajes femeninos que llevan a cabo los, supuestamente,
esperables actos que les corresponden a los hombres (avances, tiempos de
espera, búsqueda de relaciones "menos comprometidas") y un protagonista
masculino idealista y sensible que añora y persigue los amores pasionales e
imposibles de los films clásicos, en este caso Doctor Zhivago. A
pesar de una dirección un tanto esquemática, las actuaciones son un acierto
y el humor es un arma de la que la película sabe sacar partido.
La escena de
Sarah en la cocina comiendo sola, de pie, apoyada contra la mesada, y el
mismo final (con la "magia" del amor pero sin abandonar la concretitud
de lo real) son muestras de la calidad de este guión para observar detalles
que en su simpleza no niegan su profundidad.
Encantadora, simpática, Se busca pareja apuesta por el amor y no se
equivoca. Cree en lo que cuenta y eso hace que no caiga ni en cursilerías ni
en la frialdad de ciertas posturas posmodernas que suponen que la emoción o
el sentimiento son vergonzantes.
Javier Luzi
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