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SIMPLEMENTE HUMANO
(Et Rigtigt Menneske)

Dinamarca, 2001


Dirigida por Ake Sandgren, con Nikolaj Lie Kaas, Peter Mygind, Susan Olsen, Troels Munk, Line Kruse, Clara Nepper Winther.



Hubo un tiempo –muy corto, sólo en sus orígenes– en que una película del Dogma danés significaba un cine rigurosamente realista, cuyos recursos debían ser utilizados para cumplir esa finalidad: cámara en mano, sonido directo, luz natural, etc. Hoy el certificado que presenta toda película dogmática como señal de identidad al comenzar su proyección ha pasado a significar nada. O tal vez sí: que vamos a ver el resultado de una filmación con cámara en mano, posiblemente digital, que retrata una sociedad en crisis. Todo lo demás ha quedado en el pasado.

Pero decir que Simplemente humano es una película Dogma es un contrasentido, porque se trata de un cuento de hadas, literalmente. Lisa es una nena solitaria, algo descuidada por sus padres, que van a comprar una nueva casa en la que ella no tendrá un espacio propio. Mitiga el abandono con un amigo imaginario, un hermano mayor que nunca tuvo, que vive detrás de la pared de su dormitorio. Lo notable es que la cámara "dogmática" registra los ojos de ese amigo, y lo que capta su mirada, en tomas subjetivas de realismo... cero. Cuando Lisa muere en un accidente provocado por el descuido de su padre, el personaje imaginario se materializa bajo la protección de la difunta convertida en hada.

A partir de allí, comenzará un camino de aprendizaje para este muchachito (de algún modo hay que llamarlo) inocente, ingenuo, que oficiará para los demás como tabla rasa, como una pantalla en la que todos los que interactúan con él proyectarán sus propias obsesiones: la paranoia, las fantasías sexuales (homo y hetero), la angustia, la culpa, etc. El cine ya ha registrado este caso en numerosas oportunidades. Algunos la compararán con Teorema o El enigma de Kaspar Hauser, en las que un recién llegado altera el orden establecido. Yo la encuentro más cercana a Desde el jardín, aquella película de Hal Ashby. Como sea, este film no aporta nada nuevo al tema. Como Kaspar, nuestro personaje aprende dolorosamente que la humana es una sociedad hostil, agresiva, que busca chivos expiatorios, víctimas propiciatorias para purgar sus propias faltas. Así funciona esa sociedad escandinava aparentemente tan organizada y al mismo tiempo tan fisurada como cualquier otra. En un evidente mensaje contra la xenofobia en aumento en esos países desarrollados, el joven recibirá sus mejores enseñanzas de parte de un grupo de inmigrantes refugiados, que le indican cómo moverse en sociedad y le dan un nombre extranjero: Ahmed.

Bien el actor Nikolaj Lie Kaas, quien interpreta al protagonista, con su máscara de chico ingenuo de sonrisa inconsciente. Lo acompaña un desigual elenco secundario, que es fundamental en este film donde los secundarios son reflejo de la sociedad: excelente Troles Munk como Stromboli, patrón de Ahmed, y pésimo Peter Mygind como el padre.

Como resultado, el film es muy mediano, y hay algunas escenas –la aparición del protagonista rodeado de un coro de angelitos que cantan, por ejemplo– que sugieren insospechados ecos de un Subiela (el peor) escandinavo. Lo poco que se mantenía en pie –la crítica social– se desbarranca en un final lamentable.

Josefina Sartora      


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