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SOLO POR
HOY
Argentina,
2000 |
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Dirigida por Ariel Rotter, con Damián Dreizik, Mariano
Martínez, Ailí Chen, Federico Esquerro, Sergio Boris, Marcelo Mangone.
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Cinco por cinco: Sólo por hoy
narra la vida cotidiana de cinco personajes durante cinco días. Son
cuatro muchachos y una chica que comparten una vieja casa en Buenos Aires,
gente con aspiraciones, que vive soñando con lo que podrían ser, aunque
la concreción nunca llega. Ailí, la China, quiso ser pintora, pero es
mensajera en su moto; Morón trata de hacer cine profesionalmente, pero
mientras no consigue un trabajo digno, realiza entrevistas en la calle con
su filmadora casera; "lo mío es la actuación", dice Toro,
mientras se coloca su equipo para limpiar alfombras; Equis vive en la
ilusión del viaje que hará a Paris, adonde algo lo está
esperando, y estudia francés mientras corta cebollas en una pizzería.
Sólo Fer, que es pocos años mayor que los demás, no espera nada de la
vida, sabe que lo suyo es pintar paredes sin convicción, aunque su deseo
más profundo sería una reconciliación con su padre.
Ariel Rotter, también autor del guión, dibuja esas historias
sobriamente, siguiendo cada línea individual, que se aparta y vuelve a
cruzarse con las otras. Sólo por hoy no necesita retratar la
marginalidad para documentar la dureza del momento que vivimos los
argentinos. Pizza, birra, faso inició un nuevo cine que los
realizadores más jóvenes están enriqueciendo con obras como esta, La
ciénaga o La libertad. En ellas, lo privado remite a lo
público. Sin estridencias, sin caer en las pretensiones altisonantes del
viejo cine argentino, Rotter traza con sensibilidad un cuadro realista de
la situación de la juventud actual, y de los no tan jóvenes, sin
explicitar la revisión del contexto social, ni histórico. El relato
habla del deseo, de la ilusión, pero también de la imposibilidad de
cumplirlos. Siempre hay una excusa, externa o interna, para impedirlo,
para quedarse, para no hacer, o hacer lo más fácil. No siempre es el
mundo exterior el que les impide llegar. Equis, por ejemplo, elige
permanecer en el mundo de sus sueños mientras la vida pasa a su lado.
Las anécdotas, los personajes y los diálogos, la historia de amor,
son verosímiles y actuales. Una de las claves es la serie de entrevistas
y reflexiones que realiza Morón (Federico Esquerro), el cineasta en
potencia y alter ego del director. "Somos lo que
hacemos", dice, lo que agrega dramatismo a la situación. Film sobre
la latencia, la gestación y la espera, toma del cine oriental sus tiempos
muertos, sus paseos en moto hacia ninguna parte, mientras se espera
que ocurra algo.
Las líneas individuales del relato convergen en la casa y en la cena,
espacio y tiempo de encuentro. Es ese momento notamos que sus discursos
podrían ser intercambiables, tan relativas son sus individualidades. Esta
similitud no es sólo psicológica: reside también en la corporalidad.
Tres de los muchachos son muy parecidos: su físico, sus panzas, hablan de
esa indolencia que les impide avanzar; esos cuerpos segregan su historia.
Sólo Equis (Mariano Martínez) parece diferente, y por eso tiene el
rechazo de Fer. Frente a los cuatro, Ailí (la debutante Ailí Chen)
parece la única que puede tomar una decisión hacia delante. No es por
azar que sea la única mujer, ni que provenga de otra cultura. Una vez
más en el cine argentino, los personajes están atravesados por su
circunstancia, son sujetos sin posibilidad de asumir sus propios destinos.
El grupo de intérpretes que encarna esta obra coral se completa con dos
buenos actores: Damián Dreizik y Sergio Boris.
La manera en que Rotter filma Buenos Aires evoca sin disimulos el Happy
Together de Wong Kar-Wai. Evidentemente, los orientales han
desembarcado en Argentina para quedarse, y esta película lo demuestra en
más de un sentido.
Estructurada en cinco actos, cada interludio entre dos días presenta
un juego de luces urbanas que aluden al paso del tiempo, y recuerdan la
trayectoria videoclipera y publicitaria de Rotter. La música de Gustavo
Cerati no resulta la más apropiada: es demasiado atractiva, y su
sintetizador ablanda lamentablemente un relato que por las actuaciones,
por el uso del claroscuro y de los primeros planos resulta visualmente
vigoroso y contundente. Si bien limitada en su alcance –los realizadores
lo saben, y no pretenden trascenderlo– es una promisoria opera prima.
"¿Y si me llaman?" –se pregunta el actor– "¡Ahí
te quiero ver!" Son sólo cinco días. Tal vez en los restantes, algo
suceda.
Josefina Sartora
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