La historia de El talentoso Mr. Ripley, film de Anthony Minghella inspirado en
novela de Patricia Highsmith, empieza hablando de un joven bastante enérgico, algo
fabulador e imitador talentoso, que a fines de la década del '50 engancha el
trabajo de su vida: un millonario le ofrece mil dólares para que viaje a Italia y traiga
a su hijo el del millonario de vuelta a casa. Lo correcto no sería decir que
Thomas Ripley (Matt Damon) engañó a ese hombre, haciéndole creer que había sido
compañero de colegio y amigo de su hijo Dickie, sino que ese hombre se engañó solo.
Pero Ripley le siguió el juego. Y extrajo provecho de la confusión... o por lo menos eso
cree. Si algo de todo esto ya les recuerda a A pleno sol (René Clément, 1960)
es porque se trata básicamente de la misma historia. Aquella consagró a Alain Delon;
esta a Matt Damon.
A los mil dólares hay que sumarles los
viáticos. ¡Y qué viáticos! Tom cruza el océano a bordo de un Queen Mary
majestuosamente recreado, aunque muy breve y a lo lejos. (Digresión: ¿no hubiera
convenido acomodar por lo menos una secuencia sobre el transatlántico?) Cuando
Ripley desembarca en Mongibello, uno de esos pueblitos mediterráneos congelados en un
Medioevo de postal ¡pero sin guerras! y vestido de costas azules
espléndidas, una etapa exhibicionista desembarca en el relato. No es que no
pasen cosas, aunque no pasan muchas. Pasa, por ejemplo, que Ripley hace buenas migas con
Dickie (Jude Law) y su novia Marge (Gwyneth Paltrow, casi tan irresistible como siempre).
Acaso conmovida por su franqueza ya que Ripley les "confiesa" todo a poco
de llegar, la pareja se abre para hacerle un sitio. No en la cama sino asociado a
esa plácida manera de matar el tiempo que forja los días y las noches de Marge y Dickie
en Mongibello (luego en Capri, Roma, etc.). Marge, Dickie y Ripley se hacen compinches. De
Marge se dice que está escribiendo un libro, aunque no hay mayor constancia de ese
empeño ni de sus consecuencias. A Dickie le gusta tocar el saxo no lo hace
mal y todos, Ripley incluido (aunque con él nunca se sabe...), gustan del buen
jazz. Ora be-bop, ora variaciones algo más modernas y ambientales; de la mano de
Charlie Parker y otros genios en versiones sobresalientes. En grabaciones que suenan
maravillosamente bien. El jazz se oye tan bien y las postales están tan
magníficamente fotografiadas que se adueñan del film. Y El talentoso Mr. Ripley
empieza a parecerse a un estupendo documental turístico inmejorablemente musicalizado.
¿Que cuál es el problema? ¡El problema son esos tres personajes todo el tiempo en el
medio! En otros términos: esta primera etapa es demasiado larga.
Pero El talentoso Mr. Ripley
mejora, y mucho. No lo hace en el sentido del documental turístico sino para el lado del
thriller. De un thriller sofisticado y psicológico, que empieza a esforzarse por
recuperar el tiempo perdido. Y aunque no lo consigue enseguida ni de golpe, se pone cada
vez más interesante. Hay una muerte, no digamos de quién ni por quién, en el
Mediterráneo. Es una escena clave. No un asesinato premeditado sino uno que hasta parece
accidental, involuntario. ¿Pero lo es realmente? Esta y otras ambigüedades empiezan a
ocupar el lugar de las postales y el jazz. Que se seguirán viendo y oyendo, pero adonde
deben estar: un poco más cerca del fondo. Las ambigüedades se irán aclarando, pero no
del todo sino apenas lo necesario como para dar lugar a otras. Acá está la
sofisticación.
Hablando de ambigüedades: Ripley no es
el tipo que parecía ser. ¡Pero esto ocurre al menos media docena de veces! Tom siempre
cambia en el mismo sentido (no en el mejor, créanme): sus mutaciones coherentes imprimen ritmo.
No es habitual que un personaje opere tantas y tan sutiles transformaciones como las que
obtiene Ripley de Matt Damon, quien llega a convertirse, especialmente cerca del final, en
un "espectáculo aparte". Y las comillas valen, ya que se integra perfectamente
con todo lo demás. Gwyneth Paltrow está muy bien. Si los combates entre divas estuvieran
vigentes, lo apostaría todo a ella contra Julia Roberts. Jude Law no desentona.
El director es Anthony Minghella, uno
de esos tipos que filman muy bien. Y es curioso: no se trata de un principiante sino del
hombre que estuvo detrás de El paciente inglés y otros cuatro largometrajes. Lo
curioso es que se pueda seguir diciendo de él: un director para tener en cuenta.
Guillermo Ravaschino
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