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TAXI, UN ENCUENTRO

Argentina, 2001


Dirigida por Gabriela David, con Diego Peretti, Miguel Guerberof, Josefina Viton, Pochi Ducasse, Pablo Brichta y Daniel Moreno.



Probablemente las estadísticas no sean lo mío, pero esta película deber ser la primera íntegramente estelarizada por uno de los descubrimientos de Adrián Suar. Con infinidad de notables secundarios y pequeñas intervenciones, Diego Peretti (un Pol-Ka boy 100% original) encabeza por fin un largometraje. Desgraciadamente, este no es el debut protagónico auspicioso que un intérprete pudiera desear. Y no por culpa suya. Aunque su actuación no desborda de matices, Peretti realiza una labor competente, con escasos elementos pero sin exhibir desniveles.

Taxi, un encuentro también marca el debut de Gabriela David como guionista y directora de largometrajes, después de haber realizado una buena cantidad de cortos que le proporcionaron no pocos premios internacionales y le permitieron obtener un crédito del INCAA destinado a financiar óperas primas, además de los capitales europeos necesarios para concretar esta producción independiente.

David demuestra conocer las herramientas de su oficio. Trabaja muchisimo el sonido en este film, que funciona en gran parte fuera de campo, con los encuadres minuciosamente planificados para omitir deliberadamente ciertas informaciones. Y dejarnos ver sólo las situaciones que la directora considera necesario. Todos los elementos que debían decir presente están aquí, en esta historia... pero no terminan de encajar de una manera contundente.

Gato (Peretti) es un ladrón de taxis que disfruta su trabajo. Cuando el anonimato nocturno se lo permite, aprovecha el auto que acaba de robar y comienza a levantar pasajeros, pero no para robarles sino para charlar con ellos y sentir –aunque mas no sea por una madrugada– que realiza un servicio a la gente. En unos de sus trasnochados viajes se cruzará con una adolescente malherida en un hecho bastante confuso, y con ese encuentro su actividad ilegal dará un brusco giro. El, por supuesto, es un ladrón con buen corazón. De lo contrario no sería creíble su disposición a prestar ayuda, aun poniéndose en riesgo. Claro que no estamos hablando de un policial negrísimo. Aunque por momentos parezca una tarantinesca aventura plagada de pistas falsas, la balanza se inclina finalmente hacia un intento por reflejar la marginalidad ciudadana, los personajes pintorescos que la pueblan y los hechos circunstanciales que fuerzan lazos entre desconocidos.

Ahora bien: a esta altura ya ha habido otros filmes nacionales que exhibieron la cruda vida marginal, no del modo mas realista ni verosímil pero sí de una manera consistente, y esto es algo que Taxi, un encuentro jamás alcanza. Algunas razones pueden descansar en la absurda realidad que nos rodea, la cual supera ampliamente cualquier mundo ficticio, en especial el relatado por este film (rodado en 35 jornadas, nocturnas en su mayoría). Pero también se debe a que Taxi... no termina de dejar en claro adónde quiere llegar exactamente. Quizá lo que mejor resume este problema sea una de las secuencias iniciales. Peretti levanta a un callado pasajero (Pablo Brichta) vestido de traje, que durante todo el viaje mira compulsivamente el contenido de su oscuro portafolios. Ante el aparente "riesgo" de estar esbozando a un ladrón o a un asesino serial, la guionista-directora borra de un plumazo toda expectativa posible, haciendo confesar rápidamente al pasajero su verdadero oficio (carnicero) y mostrando el contenido de esa maleta, que apenas contenía juguetes para sus hijos. David puso mucho acento y trabajo en los artificios del relato, pero no aceitó adecuadamente la historia principal.

Se nota claramente una intención: nada es lo que parece. Pero ese concepto tampoco llega a tener un peso relevante en la película, porque en ningún momento profundiza demasiado las historias de los múltiples pasajeros. Y a la única en la que se mete de lleno, la aborda tibiamente. Sin lograr involucrarnos e, inexplicablemente, desplazando el protagonismo del ladrón-taxista –sobre todo durante la última parte del film– hacia la chica malherida, para mostrarnos qué le ocurrió luego de aquel incidente. Pero ni la joven actriz (Josefina Viton) ni el background del personaje tienen el espesor dramático necesario para sostener media hora de metraje, con lo que también se resquebraja el intento de redondear este alegato sobre la solidaridad entre desconocidos.

Gabriel Alvarez     


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