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TE CON MUSSOLINI
(Tea With Mussolini)

Italia, 1999


Dirigida por Franco Zeffirelli, con Cher, Judi Dench, Joan Plowright, Maggie Smith, Lily Tomlin, Baird Wallace, Claudio Spadaro, Mino Bellei.



Té con Mussolini nos lleva a Florencia, cuna del Arte y la civilización occidental, en una época en la que sólo era visitada por intelectuales y estudiantes. También son los años en los que el fascismo crece sin que nadie pueda adivinar hasta dónde. Por un lado lo tenemos a Luca Innocenti, hijo natural de una modista inglesa (muerta de cáncer cuando él tenía seis años) y un acaudalado comerciante de telas que se niega a reconocerlo plenamente. Por el otro está ese grupo de mujeres inglesas (un reparto impresionante que incluye a Maggie Smith, Joan Plowright y Judi Dench) que se hace cargo del infante. Todas ellas están acomodadas económicamente y se dedican a la ciencia, a las artes y a tomar el té.

La guerra ya está en marcha y, aunque Benito Mussolini prometió lo contrario, el prejuicio contra los extranjeros cada vez se expresa con más fuerza. Y los ingleses no son la excepción: cuando el Duce declara la guerra a Gran Bretaña, nuestras damas son forzadas a exiliarse en un pueblo de provincias, mientras el joven Luca pasa a engrosar las filas de la Resistencia. Hay otro personaje que pulula por la historia sin encontrar nunca del todo su lugar: la cantante Cher, en el rol de una "nueva rica" yanqui odiada por las inglesas y secretamente amada por Luca, que desde las sombras ayuda a huir del país a los judíos (ella lo es) y a sobrellevar el "exilio interno" a las damas.

Además de ser una película sobre y para señoras gordas, Té con Mussolini es autobiográfica: en ella están contenidas la niñez y juventud de su director, Franco Zeffirelli. Numerosas trampas acechan a los realizadores que reflejan sus historias personales sobre la pantalla, y Zeffirelli (no es la primera vez) ha caído en todas. Cualquier profundización o relectura posible sobre el proceso que vivió la Europa de entreguerras ha sido aplastada hasta desaparecer. El film es muy pomposo, pero atrasa tanto como la historia que narra. Cincuenta o sesenta años, que es también la antigüedad del sentimiento que el director aún profesa hacia ese ejército de tías estrafalarias que despertaron su pasión por el arte clásico. Es razonable que el pasado íntimo de un cineasta se cuele en sus expresiones fílmicas, pero ¿convertirlo en la base de un relato sobre la guerra mundial?

Máximo Eseverri     

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