En algún momento deben haber oído un
comentario similar: ¿qué pasa cuando un personaje atraviesa todo tipo de
situaciones traumáticas, pero siempre nos queda la sensación de que no
vimos nada? Seguramente acaban de asistir a otra muestra de nuestro
querido cine nacional.
Esta película no es el caso mas estricto en ese sentido, pero de sus
muchas virtudes también se desprende cierta tendencia a la bajada de
línea pueril.
Un baterista punkie, desesperado por encontrar su verdadera
identidad, inicia un viaje hacia el interior de la Argentina. Tras la
muerte de su padre adoptivo, Carlos va desde la ruidosa Buenos Aires hacia
un pueblo fantasmal llamado Los Angeles, por el que ya no pasa ni el tren.
En el camino conocerá a una puta rutera que lo llevará a su hogar, en la
estación del ferrocarril abandonada, adonde vive con su hijo y un
mecánico cafishio (Alejandro Fiore, aportando su oficio para
desarrollar un personaje más complejo de lo que puede parecer a primera
vista).
Enmarcada en el realismo mágico crudo, al mejor estilo Kusturica, Toca
para mí no es necesariamente una película destinada al público
joven, como uno podría suponer tras semejante arranque. Y eso es algo que
se agradece, porque la historia funciona como un signo de estos tiempos.
El pueblo abandonado, las mentiras ocultas y la falta de alternativas para
desarrollar algún futuro medianamente aceptable, son situaciones
cotidianas en las que el realizador escapa inteligentemente al discurso
fácil y comprador. Todo sazonado con elemento típicos del género: la
mujer de mala vida con buen corazón, el viejo loco y sentimental del
pueblo, el párroco canchero, el laburante chanta y el alcohol como
símbolo de "comunicación".
Justamente, la primera hora del film, que nos presenta el viaje
iniciático de Carlos y los detalles coloridos del pueblito, está
brillantemente lograda, con una plástica visual y una potencia rítmica
no muy comunes en nuestro cine.
Pero el conjunto peligra todo el tiempo debido a la
inexpresividad (innata o trabajada) del actor principal, Hermes Gaido.
Estamos ante una historia en la que el protagonista reacciona, antes que
accionar. Alguien que no sabe qué hacer con su vida y lo evidencia no
haciendo prácticamente nada por el objetivo que se había propuesto –averiguar
su identidad–, salvo en la última media hora de la película.
Una curiosidad destacable es que la mayor parte del elenco proviene de
la provincia de Córdoba, con destacables labores de Toto López como un
camionero cuartetero y putañero, y la muy buena composición de Fabiana,
la rutera con carita de ángel rústico, interpretada por María Laura
Frigerio.
Mención aparte merece la muy buena banda de sonido, obra de Fernando
Manuel Diéguez, que cumple con la increíble tarea de hacer soportable
una película plagada de chamamés acuartetados, cumbias y hasta una
versión punk del valsecito "Desde el alma".