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CINEISMORECOMIENDA
TOPSY-TURVY
Gran
Bretaña, 1999 |
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Dirigida por Mike Leigh, con Jim Broadbent, Allan Corduner,
Lesley Manville, Eleanor David, Ron Cook, Timothy Spall.
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En realidad, cada vez que el autor de
operetas William Gilbert termina una nueva obra, todos –menos él–
tienen la certeza de que nada en verdad inspirado surgió de su imaginario
mundo de topsy turvys (incongruencias). Y además de las críticas
de los especialistas, Gilbert debe enfrentar las de su compañero, el
compositor Arthur Sullivan. Que de un día para el otro le dice
"basta". Que le indica con el dedo en qué son irremediablemente
idénticas todas sus historias. Que le habla de trascender o crear algo
nuevo, que les permita crecer, a los dos. Pero Gilbert no comprende.
Insiste con sus elementos mágicos: ya sean pociones, espadas, anillos o
libros. Es que para su bloqueada imaginación, la magia es la única forma
posible de resolver los conflictos. Y con su intransigencia, termina
quedando solo. Con su comprensiva esposa y sus topsy turvys.
Pero Topsy-Turvy no sólo trata de Gilbert. En la primera parte
de la película, las muchas historias y personajes que despliega Mike
Leigh nos marean. Toda esa exposición de vidas humanas, con sus
problemas, anhelos y mezquindades nos empuja a preguntarnos si Leigh
realmente nos está llevando hacia alguna parte. Pero el inmenso abanico
se va cerrando poco a poco, para volver a abrirse luego, ofreciendo al
espectador –que a esa altura ya comprendió exactamente hacia dónde iba
Leigh– una brisa exquisita, divertida e inteligente.
En esta película, el director inglés demuestra que es uno de los
genios del cine actual. Después de las realistas Secretos y mentiras
y Simplemente amigas nos obsequia un film de época sobre la
relación de esta pareja de autores de opereta del siglo XIX (Gilbert y
Sullivan) desde el momento en que Sullivan decide demostrar que es un
verdadero artista y no un charlatán que siempre presenta obras
idénticas. Por eso, porque su decisión de crecer está tomada, no puede
soportar la idea de volver a musicalizar otra historia del repetitivo
Gilbert.
Pero el escritor, consciente o no de lo que se le reclama, encuentra la
inspiración cuando descubre algo completamente nuevo para sus ingleses
parámetros culturales. Una exposición de usos y costumbres del Japón es
la caja de Pandora de este hombre sorprendido ante la extrañeza de la
vida oriental. Y a partir de esa experiencia, puede dar vida a una nueva
obra.
Sin embargo, lo importante no es eso sino la forma en que Leigh le
cuenta al espectador de qué trata esa historia: ensayos, actores
repitiendo sus líneas en soledad, directores marcando modos y tiempos,
encargados del vestuario, integrantes del coro. Topsy-Turvy se perfila así como un maravilloso ensayo cinematográfico
sobre la creación artística. Como si todo esto fuera poco, las
actuaciones son excelentes. Y si se quiere saber a dónde quería ir Mike
Leigh en la primera hora, sólo es necesario atender a la representación
dentro de la representación, que se convierte en un fantástico juego de
historias infinitas.
Eugenia Guevara
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