HOMEPAGE
ESTRENOS
VIDEOS
ARCHIVO
MOVIOLA
FORO
CARTELERA
PRENSA
ACERCA...
LINKS















PRIMER PLANORECOMIENDA

TRAICION AL JURADO
(Trial By Jury)

Estados Unidos, 1994



Dirigida por Heywood Gould, con Joanne Whalley, Armand Assante, Gabriel Byrne, William Hurt.



A
la fecha de Traición al jurado, Joanne Whalley, esposa de Val Kilmer, venía honrando la triste fama de su marido (cierto es que Kilmer se resarció, y de sobra, con su fantástica contribución a Fuego contra fuego). Y había comenzado a encasillarse como la mosquita muerta en películas del peor "suspenso" –caso Madigan está de vuelta–, es decir como una de esas víctimas que invitan a identificarse con el matador. Pues bien, la primera buena es que en este thriller del ‘94 encarna a una criatura que es objeto de una vigorosa transformación.

Primero hace a la mosquita muerta. Divorciada, madre de un niño, Valerie es seleccionada para integrar el jurado en el proceso contra Rusty Pirone (Armand Assante), un mafloso temerario. Acorralado, Rusty le hace saber que si no falla en su favor y convence al resto del jurado, ella y su hijo morirán. El gángster no la intimida en persona sino mediante Vesey (William Hurt), un policía corrupto que le hace trabajitos por migajas. Más sorpresas agradables: ver en Assante a un mafioso convincente, lejos de las infaustas parodias del género que engrosan su currículum. Ver a Hurt como un rufián, a esta altura del partido tal vez el único papel (aparte del delicioso sibarita de Cigarros) que justifica su consabido tonito susurrante. Todo esto, en buena medida, es mérito del realizador debutante Heywood Gould, confeso admirador de los policiales de los ‘40 y autor de varias novelas.

Valerie va tomando valor. Como a los criollos durante las invasiones inglesas, una batalla victoriosa la fortalece para la siguiente. Poco le cuesta manipular a sus colegas del jurado, esos idiotas ejemplares que –¿será posible?– no parecen expresar un capricho de celuloide sino a los verdaderos hombres y mujeres que suelen definir la suerte de los reos yanquis. Valerie empieza a disfrutar de ese "poder pequeño", hasta entonces ignorado, que le permite manejar al prójimo.

¿Es inmoral utilizarlo? La pregunta florece sugestivamente durante los mejores momentos de Traición al jurado, que más tarde nos sumerge en una maraña de intereses contrapuestos –Valerie, Pirone y el tal Vesey, que comienza a rebelarse contra su mandante–, en un todos contra todos que remeda la amoralidad imperante en los mejores policiales de los viejos tiempos.

No hace falta mucha voluntad para encontrar en éste a un film escéptico de la Justicia, esa columna sacrosanta del Gran País del Norte. En términos formales resulta interesante –sin dejar de ser funcional– el homenaje que rinde Gould a los añejos clásicos del género. Cerca de 50 locaciones nos pasean agitadamente por muchos escenarios que también lo fueron de aquellos títulos. La afición del mafloso y Valerie por el vestuario y muebles de los ‘40 es la base de una reverencia formidable por el lado escenográfico. Y quiero destacar un soberano trapo en terciopelo verde que hace de Joanne Whalley una muñequita irresistible.

Guillermo Ravaschino