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TRES HERMANAS Y DOS NOVIOS
(Zus & Zo)

Holanda, 2001


Dirigida por Paula van der Oest, con Monic Hendrickx, Anneke Blok, Sylvia Poorta, Jacob Derwig, Halina Reijn, Theu Boermans, Jaap Spijkers, Annet Nieuwenhuyzen.



Dos películas europeas en cartel (El hada ignorante y la que motiva esta nota) tienen en común una mirada que pretende ser amplia, moderna y políticamente correcta hacia la temática gay, pero encierran estereotipos, prevenciones y principios reaccionarios –habrá que ver en qué medida inconscientes o involuntarios– que constituyen un riesgoso doble mensaje.

Tres hermanas y dos novios logra un buen cuadro de la relación entre tres hermanas, aunque no esquiva los tópicos: la mayor se dedica a tareas humanitarias con los desamparados del Tercer Mundo pero descuida a su esposo, que vive rodeado de molestos inmigrantes; la segunda es una artista egoísta que a ratos le roba el marido a su hermana menor, y ésta (la mejor actriz, Monic Hendrickx) es una periodista que escribe sobre deseos y fantasías de las mujeres, mientras trata de digerir y asumir su condición de cornuda en familia. Toda la primera mitad del film desarrolla esta relación fraternal, con las rivalidades, celos, competencia y envidia propias del vínculo, que Woody Allen e Ingmar Bergman, cada cual a su modo, plasmaran tan magistralmente en sus películas.

La directora y guionista Paula van der Oest dice haberse basado en Las tres hermanas de Chejov, aunque el recuerdo es muy pálido, y tan sólo es similar la composición fraternal: nada quedó de la melancolía chejoviana, nada de su sutileza para el diseño psicológico de los personajes. Lo que tenemos aquí es una comedia liviana, con toques absolutamente femeninos, sobre distintas psicologías cuyo análisis en ningún momento pretende llegar a capas profundas.

El conflicto estalla cuando Nino, el hermano de las tres, anuncia su casamiento. Nino ha tenido una pareja homosexual y sigue enamorado de su ex, hoy exitoso chef de cocina en la televisión. Toda la familia aprobaba esa relación y su madre sigue siendo amiga de su ex yerno. Pero ahora las hermanas no toleran que se case con Bo, una joven moderna e inteligente, pues su padre, para apartar a su hijo de una posible homosexualidad, había decidido antes de morir que en caso de que Nino se casara, el hotel que la familia posee en Portugal pasaría a su nombre. La propiedad tiene el metafórico nombre de Paraíso, y eso es lo que representa para las hermanas. La boda de Nino y Bo es un matrimonio por conveniencia –el detalle mejor armado del film–, y los novios piensan vender ese hotel. Pero ellas no están dispuestas a perder el Paraíso. Así las hermanitas se vuelven temibles, olvidan sus pendencias y no dudan en unirse para boicotear el noviazgo de Nino, lo cual no les será fácil frente a una imbatible Bo.

El film transcurre entre diálogos aceitados y maldades fraternales, dichos y hechas por los distintos estereotipos que lo pueblan. Y aquí reside el problema. O más exactamente, en el tratamiento de los géneros. Casi hasta el final, son las mujeres quienes toman las decisiones mientras que los hombres parecen torpes o inútiles, y toda la situación amenaza salirse de cauce. Cuando los varones recuperan el control, la situación vuelve a encarrilarse. Y mientras el film había pretendido abordar comprensivamente la diversidad sexual, cae en el esquematismo de sugerir que todo gay esconde el deseo íntimo de ser mujer, lo que lleva al personaje a vivir escenas patéticas. Los prejuicios ocultos en el mensaje subliminal pueden resultar muy peligrosos, sobre todo cuando están vestidos con el ropaje de la tramposa “tolerancia”. No nos extraña entonces que la película haya sido nominada al Oscar y vendida a Hollywood para su remake.

Josefina Sartora      

   >Crítica de El hada ignorante


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