Ayer veía un documental por cable sobre publicidades: decía que la forma
más fácil y holgazana de hacer un comercial era contratar a un famoso o
crear una canción. Horas antes había ido al cine a cubrir el estreno de 3000
Millas al infierno, que narra el robo a un casino y la posterior huida
con disputas por el botín. La película termina con Kurt Russell (uno de
los tantos famosos que posan en la película) haciendo su versión
de "Such A Night" en el disfraz de Elvis, que rememora su
telefilm con John Carpenter.
Desconozco si Demian Lichtenstein
trabajó en publicidad, aunque estaría dispuesto a apostarlo. La
ridícula apertura del film parece querer vendernos el coche del
protagonista. Es un reconocido director de videoclips –formato que va de
la mano con lo publicitario– y en su pasaje al cine decidió
negarse al cambio de registro. 3000 Millas... es pura
"estética"... vacua y redundante. Abusa de los clisés
contemporáneos hasta convertirlos en el motivo mismo de la película
(cómo entender, si no, que utilice dos veces la misma vuelta de tuerca).
La convención de fanáticos de Elvis le viene como anillo al dedo para
justificar la pose canchera de sus personajes (hacen el atraco disfrazados
del mítico artista), y la cámara los trata como si fueran los verdaderos
hijos del Rey.
El asalto inicial ya augura un film
narcisista y poco original. Uno no deja de sorprenderse ante la sensación
de estar reviendo The Matrix, con las balas atravesando el
aire y las paredes echando polvo, mientras la música tecno remarca el
robo (no a mano armada, en este caso) y da ritmo a la escena/videoclip.
Una y otra vez el director volverá a transmitir su añoranza por trabajos
anteriores, con secuencias musicales que destruyen la identificación
espectador-personajes y nos alejan de la historia.
Dije historia, y fui excesivo. No
hay tal cosa sino convenciones y estereotipos a los que la música tecno y
la fotografía intentan dar cohesión.
Si hasta parece una receta de
cocina:
-Una cucharadita del Elvis de
Carpenter.
-Un bol del asalto de siempre, que recientemente vimos en Doble
traición y Vida bandida, pero enmantecado con la estética de
los hermanos Wachowsky.
-Un puñado de líneas argumentales de La fuga (con Kim Basinger;
no sé si habrá visto la de Peckinpah).
-Diálogos tarantinescos –pero sin gracia ni pertinencia, apenas
"cancheros"– a gusto.
-Batir todo en formato clipero, agregándole una pizca de autoconciencia,
y otra de homenajes a uno mismo (como hacer que Kevin Costner use
el nombre falso Lichtenstein).
-Importante: no hace falta hornear respetando la coherencia de los
personajes, y si se desea condimentar con indicaciones al espectador,
hacerlo con cartelones enormes (tipo letreros publicitarios) repitiendo
varias veces la misma imagen.
Si 3000 Millas al infierno no
resulta del todo insoportable, es por la melancolía que surge al contemplar
a dos buenos actores (Russell y Costner) luchando infructuosamente por
imponer algo del talento que demostraron en el pasado. Un par de miradas
sensibles perdidas en medio de una vorágine de idiotez cinematográfica.
Ramiro Villani
|